​​Cómo y por qué enseñar a los niños a conocerse a sí mismos

03 | 03 | 2022

Todo surge con una de las preguntas más complejas que un ser humano puede hacerse: ¿quién soy yo?

Sabemos que se trata de una interrogante difícil de contestar, una que puede tomar una vida si acaso. Sin embargo, y a pesar de lo complejo que puede ser, indagar en este cuestionamiento, más temprano que tarde, es una vía directa para lograr una inteligencia emocional y, por lo tanto, una existencia más placentera y consciente. Saber quiénes somos (o simplemente tomar la decisión de iniciar esa búsqueda) trae consigo la oportunidad implícita de conocernos y enfrentar de una manera más sana la incertidumbre que la vida humana trae consigo de manera natural. Esto es verdad para los adultos y también para los niños.

Por eso es importante invitar a los pequeños a este cuestionamiento y facilitarles las herramientas posibles para que puedan encontrar una respuesta. No hay que olvidar que, como adultos, nuestra misión es encaminar a los niños a la búsqueda de una vida plena y resiliente en la que comprendan que el mundo tiene sus propios tiempos y procesos, y que aprendan a entender nuestras comunidades y sociedades a través de la observación y cercanía consigo mismos —algo que, además, fomenta la formación de individuos empáticos y con una buena autoestima.   

¿Qué es el autoconocimiento?

Es natural, para todos los seres humanos, encontrarse en situaciones en las que existan dificultades para entender nuestros sentimientos y, sobre todo, para expresarle a los otros por qué nos sentimos así. Esta brecha de comunicación, externa e interna, se hace más grande cuando se trata de un niño, ya que al estar constantemente en una curva de aprendizaje, muchas veces no sabe discernir entre lo que es el individuo y lo que es el mundo que habita.

En ese sentido, el autoconocimiento es una herramienta que permite modular nuestros sentimientos, pensamientos y acciones; en otras palabras, aprender el arte de la reflexión. También implica aprender a reconocer que la forma en la que actuamos nos afecta a nosotros mismos y a los otros; localizar los pilares de nuestra personalidad para entender que nuestro paso por el mundo, como seres transitorios, tiene un valor singular e irrepetible.

Cuando exploramos nuestro ser, crear una personalidad satisfactoria es posible, por eso es importantísimo invitar a nuestros hijos o alumnos a explorarse —y recordarles que este viaje puede ser profundamente placentero. Al introducir esta herramienta en nuestra pedagogía cotidiana, los pequeños crean habilidades para afinar su carácter. Esto se logra cuando les damos la oportunidad de escucharse y de entender que, aunque nadie es perfecto, todos somos especiales y únicos.

Los pequeños (al igual que los adultos) deben entender que a pesar de ser una travesía compleja y, de muchas maneras, interminable, se trata de un proceso completamente necesario. Es posible comenzar con tres interrogantes: ¿quién soy?, ¿para qué soy bueno? y ¿qué es lo que me motiva?

Al buscar estas respuestas, los niños comenzarán a plantearse la posibilidad de buscar la felicidad desde sus propias reglas.

La diferencia entre sentimientos y emociones

Mientras las emociones son reacciones involuntarias del cuerpo que suceden al momento de enfrentarnos con situaciones específicas, los sentimientos son las asociaciones y reacciones a eso que nos sucede, son esos mecanismos que nos hacen estar conscientes de nuestras emociones.

Enseñarles a los niños esta sutil diferencia les permitirá entender, en todas sus dimensiones, sus vivencias y dedicarles reflexiones necesarias. También les dará la posibilidad de convertir sus impulsos en acciones y las acciones en metas concretas y estructuradas.

El acto de enseñar a un niño el camino del autoconocimiento debiera comenzar abriendo canales de comunicación (siempre sanos y respetuosos) a través de los cuales puedan aprender a racionalizar y analizar las cosas que les suceden: acomodar cada emoción como si fuera un libro en la repisa que le corresponde para así poder enfrentarlas y digerirlas con el tiempo.

También es crucial hacerle saber a los más pequeños que, cada vez que se sientan abatidos, están experimentado la vida como humanos, y los humanos tenemos la posibilidad de crecer más allá de nuestras emociones inmediatas. Eventualmente todo lo malo pasa, como las nubes.

Pasos para enseñar en el autodescubrimiento

Aunque el autoconocimiento es una búsqueda personal y subjetiva, una travesía que es distinta para cada persona, es posible incentivar a través de ciertos pasos. Estos son algunos ejercicios, posibles y sencillos, para fomentar que los niños sepan cómo tener una buena relación con ellos mismos.

Aprender a pasar tiempo solos. En ocasiones estar sin compañía puede ser complicado e incómodo, pero hacerlo de una manera voluntaria, puede ayudarlos a escuchar con tranquilidad sus pensamientos, emociones y sensaciones.

Hacer listas. Para practicar el autoconocimiento, es indispensable conocer las fortalezas y debilidades que se tienen. Dejarlo sobre un papel ayudará a clarificar tanto las cualidades como las áreas de oportunidad. Se trata de una lista que puede cambiar con el tiempo, y que en el futuro traerá consigo respuestas útiles.

Hacerles preguntas. ¿Qué valoran y qué es importante para ellos? ¿Qué les gusta de ellos mismos? Esto les permitirá desarrollar una conciencia empática que, además de resaltar sus inquietudes, los incitará a respetar las de los demás.

Enseñarles a expresar sus emociones. Cada vez que les pase algo, hay que invitarlos a que lo cuenten. Esto les ayudará a desarrollar un lenguaje específico, dirigido a describir lo que sienten, usar las palabras para desenmarañar esos nudos internos que todos enfrentamos, detectar qué es lo que les hizo sentir así y buscar una solución buena para lo que los aqueja.

Meditar sobre su vida. Mientras la vida transcurre, siempre podemos dar un paso atrás y analizar la situación, sin prisa y con profundidad. Esto permitirá a los niños contemplar sus acciones con una nueva perspectiva —como los antiguos filósofos estoicos, estudiar qué hicieron bien y qué hicieron mal, y llegar a una resolución respecto cómo se deben manejar las situaciones parecidas que ocurran en el futuro.

Usar el arte para expresarse. Hablar no siempre es fácil, tampoco lo es poner en palabras sentimientos y sensaciones que muchas veces no tienen nombre. Por eso podemos enseñar a los niños a decir lo que les pasa desde la música, la pintura, el cine y otros estímulos artísticos destinados a expresar lo que pasa dentro de ellos. Decirles que dibujen su día, que piensen en sus emociones cuando escuchan una melodía o que escriban un diario de las películas que vean, puede ayudarlos a descubrir quienes son.

Imágenes: Ganadores del concurso Literario para niñas, niños y jóvenes mexicanos. Decamerón 2020, Editorial La Vaca Independiente (2021).

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