29 de septiembre: Día Nacional del Maíz
El 29 de septiembre celebramos el Día Nacional del Maíz para reconocer su relevancia tanto en el imaginario colectivo como en el campo mexicano, así como para celebrar a quienes se dedican a su cultivo.
De maíz amarillo y de maíz blanco se hizo su carne;
de masa de maíz se hicieron los brazos y las piernas del hombre.
Únicamente masa de maíz entró en la carne de nuestros padres,
los cuatro hombres que fueron creados.
—Popol Vuh
Por miles de años, el maíz ha sido un pilar fundamental de las culturas mesoamericanas. Su trascendencia se comprueba, por un lado, en la adoración de las deidades asociadas con su cultivo y en la carga simbólica que este cereal tiene en las mitologías de los pueblos de la región, y por otro, por su predominio en la dieta diaria de los habitantes de la zona hasta hoy. En las milpas se han sembrado comunidades, metafórica y literalmente: entre maíz, frijol, calabaza y chile (entre otros), el policultivo ha sido una fuente de sustento no solo a nivel alimentario, sino también social.
A partir de su domesticación hace alrededor de siete mil años, el cultivo del maíz se ha fusionado con el desarrollo cultural y la vida cotidiana en el territorio nacional, de modo que en las distintas prácticas agrícolas no solo operan cuestiones técnicas, sino también las distintas maneras de ver el mundo y de vincularse con la tierra que cada comunidad tiene. De este proceso denominado evolución bajo domesticación ha derivado una enorme diversidad genética. Tan solo en México existen 64 razas y más de 300 variedades de diferentes colores y tamaños que dan cuenta de los procesos de adaptación de la planta a las distintas condiciones ambientales, socioeconómicas y culturales de un extremo al otro del país.
Tal diversidad también enriquece la dieta y la cocina tradicionales, pues los aportes nutricionales y las posibilidades culinarias de cada raza es distinta. Se calcula que en México cada persona consume en promedio casi 200 kilos de maíz blanco al año, lo que representa el 20% del gasto total que una familia suele destinar a alimentos y bebidas. Los tamales en el desayuno, las tortillas en la comida, las quesadillas durante la cena: el maíz es un elemento fundamental en la historia de las culturas mesoamericanas, pero también un ingrediente indispensable en la alimentación diaria hasta hoy.
El culto a las deidades del maíz
El maíz es una de las principales hebras que conforman nuestra cultura, pues se ha convertido en una figura de culto recurrente en múltiples civilizaciones por todo el país. Muchas veces, este cereal fungió como sinécdoque de la agricultura en general —que a su vez es un sinónimo de vida y estabilidad—, pero en muchos otros casos, el maíz fue venerado por lo que es en sí mismo.
Los mexicas rendían tributo a Centéotl, la deidad dual del maíz, cuya representación femenina era patrona de la vegetación y de la fertilidad, mientras que su representación masculina era el dios de la mazorca. En el panteón mexica figuraban también otras deidades asociadas con distintos aspectos y etapas de la maduración del maíz, lo cual da cuenta de la trascendencia de cada momento de su cultivo, desde la semilla hasta su procesamiento.
El culto a Centéotl se extendió por el territorio hasta llegar a lo que hoy es el estado de Oaxaca, donde se ofrendaban danzas y música a esta deidad durante la Guelaguetza. A inicios de la época colonial, los españoles aprovecharon la devoción que atraía el espacio dedicado a la veneración de la deidad del maíz para construir un templo en honor de la Virgen del Carmen, convirtiéndose en un ejemplo de la fusión de creencias característica de ese periodo.
En la parroquia de Teopantlán, Puebla, cada 28 de septiembre se festeja el Axoxtia o “enfloramiento de las milpas” para dar gracias por la primera cosecha de elotes. Un día después se honra a San Miguel Arcángel —cuyo nombre comparten más de 600 pueblos mexicanos—, a quien se le atribuye la lucha contra el hambre y la protección de la milpa. En la comunidad nahua de Chiepetepec, Guerrero, las mujeres hacen rezos y bailan la danza de la milpa el mismo día para agradecer el fin de las lluvias y las próximas cosechas.
Este sincretismo marcó la pauta para elegir precisamente el 29 de septiembre como la fecha oficial para celebrar el Día Nacional del Maíz.
La importancia de reconocer y proteger el cultivo del maíz
En 2009, la Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de Productores del Campo (ANEC) —una organización integrada por empresas campesinas de pequeños y medianos productores rurales— promovió esta efeméride e impulsó la campaña Sin Maíz No Hay País para celebrar la diversidad de este grano y concientizar a la población sobre la importancia de fomentar prácticas sustentables de cultivo. Diez años después, el Senado finalmente aprobó la efeméride.
La defensa del maíz nativo frente al transgénico se funda en la demanda por reconocer la alimentación como un derecho universal. Las variantes genéticamente modificadas suponen una amenaza no solo a la biodiversidad, sino también a la soberanía y seguridad agroalimentaria, pues el manejo de estas semillas fomenta la industrialización y el acaparamiento del sector agrícola por unas cuantas compañías. Además, se argumenta que el maíz transgénico no ofrece beneficios nutricionales, económicos, ni mucho menos ecológicos. De hecho, los transgénicos ponen en riesgo la autonomía de los campesinos, pues los hace dependientes económicos y tecnológicos de las trasnacionales y erosionan la diversidad genética de los cultivos.
A pesar de que en México está prohibida la siembra de maíz transgénico, se calcula que el 30% de las importaciones de maíz es transgénico. La contaminación genética de las variantes nativas supone una amenaza a la diversidad generada a lo largo de miles de años.
Por tanto, reconocer el papel fundamental del maíz en nuestra cultura implica necesariamente reconocer la labor de quienes se dedican a su cultivo. Uno de los objetivos principales del Día Nacional del Maíz es, precisamente, incitar a que este reconocimiento no se quede en el aire, sino que se persigan iniciativas reales para proteger los derechos y la dignidad laboral de estas personas. Para lograrlo, es necesario hacer hincapié en la defensa de los derechos de los pueblos indígenas, la protección de los territorios campesinos y sus recursos naturales, y mejorar las políticas agrarias.
Como argumenta la propia ANEC, esta fecha “no se trata solamente de la planta en sí, sino de un conjunto de elementos biológicos y culturales entrelazados que conforman la base misma de la civilización mesoamericana”. Uno de los ejes fundamentales para una vida sustentable es redefinir la manera en la que concebimos el campo desde la urbe, y no perder de vista que de la tierra nace la vida. Ningún futuro —ni presente— es posible si no volteamos hacia el origen: ese grano que se ha ido formando con nosotros, y esas manos que lo han cultivado.