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Art-Based Research: cuando el arte hace ciencia

09 | 08 | 2022

El arte tiene la capacidad de revelar aspectos que escapan a la ciencia. Así es como el Art-Based Research indaga en la experiencia subjetiva humana y la transforma en conocimiento.

La ciencia ha sido un vehículo para responder a las preguntas que brotan, orgánicas, de la curiosidad por entender la realidad y el vínculo que compartimos con ella. Por siglos, ha sido una valiosa herramienta para descubrir, conocer y, sobre todo, adquirir nuevas lecturas para contarnos el mundo. Pero lo cierto es que, como todo, el método científico tiene sus límites; hay aspectos de la experiencia humana que operan en otras dimensiones imposibles de esclarecer, de medir o de prever. Y es que los seres humanos somos cuerpo, mente y, para muchas personas, también espíritu. En ese terreno inasible, más allá de la lógica, el arte hoy sirve como medio —y fin— para formular y responder eso que muchas veces escapa a la palabra e incluso a lo percibido por todos los sentidos. Estamos hablando, claro, del Art-Based Research (investigación basada en arte). 

¿Qué es Art-Based Research?

El concepto es relativamente nuevo. Fue acuñado por primera vez por el profesor Elliot Eisner en 1993 en una conferencia en la Universidad de Stanford. En palabras de la académica e investigadora Janinka Greenwood, esta metodología “permite el involucramiento de todo el ser humano. Nace del deseo de obtener, procesar y compartir conocimientos y experiencias a los que no se accede fácil o completamente a través de enfoques de trabajo de campo más tradicionales”.

A diferencia de las investigaciones estandarizadas o aquellas que involucran el arte de forma periférica, el Art-Based Research implica usar el arte como eje central en una o todas las etapas de la investigación. Se puede ocupar para recopilar información, analizarla y/o presentar hallazgos. Esta corriente es usada por artistas que quieren indagar sobre sus procesos creativos alrededor de alguna disciplina en particular y por investigadores que buscan más dimensiones narrativas e interpretativas de datos cuantitativos o una combinación de ambas. El uso de la pintura, la poesía, el teatro y la música —o cualquier otra expresión artística— depende de los objetivos establecidos y el público al que está dirigido. En casi todos los casos se relaciona con las ciencias sociales —y en muchas ocasiones se usa para fines educativos.  

Quizá lo más interesante de este enfoque es la posibilidad que presenta para sorprenderse del proceso de observación y lo que evoca. Se trata de dejar que la pregunta de investigación mute; es decir, que no opere en un mundo binario, donde una hipótesis al final del camino se cataloga como correcta o incorrecta. El proceso, en este caso, es tan importante como el resultado

El arte revela dimensiones inaccesibles

Alguna vez el filósofo francés Merleau-Ponty dijo que el lenguaje científico y las herramientas que se usan para describir el mundo ocultan o delimitan los fenómenos estudiados en lugar de dilucidarlos. Las verdades, algunos de sus fragmentos, inevitablemente se pierden en el acto comunicativo que siempre implica un grado de traducción —de lo pensado a lo hablado, de lo vivido al sentido formulado, etcétera. Así, el Art-Based Research resulta tan interesante porque busca señalar ese vacío y llenarlo de significado.

Al usar tambores para hacer música de forma colectiva, investigadores han logrado detectar fallas o desgastes en las relaciones sociales y, por otra parte, abrir un canal alternativo para generar vínculos entre personas que quizá de otra manera no podrían hacerlo. La poesía ha servido para entender la relación que algunas comunidades migrantes tienen con los nuevos idiomas que ocupan de forma cotidiana. Hay otro caso cautivante donde se han rescatado mitos fundacionales de la cultura maori, en Nueva Zelanda, y montado en una obra de teatro para explorar cómo conviven la cultura tradicional y la contemporánea, y de qué manera esas historias pueden revitalizarse para nutrir el entorno comunitario. Los ejemplos son tan vastos como las posibilidades de hacer Art-Based Research. 

Aunque esta metodología pudiera tener limitaciones para muchas personas, es un bello recordatorio de que, al final, más allá de la historia detrás de cada pieza de arte (o el proceso de investigación), la única constante es aquello que provoca —que nunca escapa a la mirada del espectador y/o artista. Es un camino de exploración personal y colectiva inagotable. 

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