Arte y comunidad: secretos para transformar la realidad
Mil mentes piensan mejor que una, especialmente cuando todas están encaminadas hacia un mismo objetivo y el arte es la guía.
En tiempos recientes, la humanidad ha enfrentado una gran cantidad de desafíos y pérdidas. Por ejemplo, la última pandemia que atravesó el mundo también ha implicado una multitud de dilemas cuya solución requiere de un trabajo conjunto entre las comunidades humanas; y una de las muchas lecciones que nos ha dado es que para salir adelante de una situación difícil se necesita que todos —vecinos, ciudadanos, amigos, familias— encontremos una forma constructiva de mejorar la situación. Esto implica, en otras palabras, el desarrollo de una imaginación colectiva —para a través de ella buscar soluciones de forma creativa y organizada.
Aunque nuestras sociedades la favorezcan y hasta la celebren, existen momentos en los que la individualidad sobra. Este es uno de ellos. En ese sentido, hoy más que nunca, es importante no solo reunir nuestras ideas (dejarlas tocarse y transformarse unas a otras), sino crecer juntos como sociedad; inventar, por ejemplo, estrategias artísticas —en la calle, en la colonia, en el barrio, en la comunidad— que nos permitan reescribir nuestras realidades y, así, evolucionar como especie.
La humanidad ha sido testigo, más de una vez, de grandes cambios y revoluciones que iniciaron con una pintura, una pieza musical o una película. En Bogotá, los murales callejeros le dieron un nuevo rumbo a los barrios marginados; en San Juan de Puerto Rico, unirse para pintar las casas destruidas tras el paso del Huracán María dio a los damnificados un propósito y una esperanza.
Cada uno de estos simples ejemplos ilustra de manera clara y fascinante el poder de la creatividad comunitaria que, entre otras cosas, representa el inicio de un camino cuyo destino implica sociedades más justas, conscientes e igualitarias.
Hablemos de co-creación
Como su nombre lo indica, la co-creación es una estrategia social que consiste en aprender a crear de manera grupal. Se trata de convocar a las comunidades para enfrentar en grupo tanto los problemas individuales como los colectivos.
Trabajar en equipo para superar obstáculos, además, permite a los individuos expandir su creatividad. Mil mentes piensan mejor que una, especialmente cuando todas están encaminadas hacia un mismo objetivo. Cada vez que los seres humanos colaboran para edificar el futuro, tienen la posibilidad de encontrar mejores caminos, nuevas soluciones y, sobre todo, planes de acción para mejorar la vida cotidiana y su capacidad de empatía.
La co-creación es también el arte de llegar a consensos, de convertir cientos de voces en una propuesta; es un acto de conciliación capaz de transformar la diversidad de pensamientos y lenguajes artísticos en una causa común cuya finalidad sea el bienestar, la inclusión y la creatividad.
¿Cómo se logra?
La creación comunitaria es una invitación a ser parte de algo más grande y poderoso que nosotros mismos. Pero llevar este concepto a la realidad no es tan sencillo, en ese sentido quizá valdría traer a cuento el método científico que propone la sociología, una serie de pasos que se han perfeccionado durante siglos por pensadores como Max Weber, Émile Durkheim e incluso el mismo Marx. Esta metodología se usa, entre otras cosas, para generar cambios efectivos en estructuras sociales, tanto individuales como colectivas.
El primer paso es aprender a organizarnos con una visión clara de a dónde se quiere llegar y qué es lo que se quiere transformar. Aunque esto suena sencillo es, quizá, uno de los procesos más complejos. No vamos a estar de acuerdo con todos en todo momento, pero en este punto es necesario intercambiar el enfrentamiento y la confrontación por el diálogo.
Hay que recordar que solo cuando nos permitimos escuchar al otro, podemos saber qué siente y piensa y, por lo tanto, entender cuál es la naturaleza del problema. Prestar nuestros oídos a los sentimientos de los demás no solo enriquece el objetivo sino que lo hace verdaderamente comunitario.
Posteriormente, este proceso requiere de un compromiso a largo plazo con la causa. Pensemos que ningún cambio verdadero ocurre de manera súbita, por lo que hay que practicar la paciencia. Por esta razón, es tan importante ser parte de iniciativas que nos abran puertas con nuestros compañeros y nos permitan ser auténticos. El mejor camino para lograr esto es a través del trabajo y, también, del juego.
Para realizar un proyecto a través de la co-creación, es bueno reunir (y escuchar) las voces más representativas de nuestras localidades o comunidades, personas que conozcan la naturaleza del problema o cuestión, y que tengan la capacidad de guiar hacia un mismo lugar la multiplicidad de opiniones y creencias.
El contacto con personas relacionadas con nuestros proyectos o causas hará más fácil identificar cuáles son sus fortalezas y debilidades y buscar caminos creativos para dar soluciones eficaces. Finalmente, es importante desarrollar un esquema que permita la creación de un plan de desarrollo para, eventualmente, ponerlo en acción.
Toda esta aventura inicia con respeto y aprecio por nuestro prójimo, por el más honesto y profundo sentido de comunidad —pasar tiempo juntos, aprender los unos de los otros y desarrollar habilidades tanto individuales como colectivas, alcanzar nuestro potencial grupal.
El arte siempre es la respuesta
Una de las características más representativas del quehacer artístico es su afán de comunicación; dicho de otra manera, el arte engloba a un grupo de disciplinas que se basan principalmente en la posibilidad de compartir ideas, creencias y sentimientos. Cada vez que recomendamos un libro, disfrutamos una película o incluso vamos a una exposición, estamos haciendo un intercambio cultural —y es ahí donde el arte y la co-creación se tocan.
En ese sentido, cuando el arte se mezcla con los espacios públicos (parques, bibliotecas, calles, centros comunitarios, etcétera), ocurren cosas inesperadas: los actores sociales se apropian de los lugares compartidos, nacen nuevos artistas, se crean vínculos y las personas aprenden a caminar en una misma dirección, a co-crear.
Durante la depresión de 1929, por ejemplo, se abrieron en Estados Unidos una gran cantidad de escuelas locales de arte para que las personas en crisis tuvieran un espacio de relajación, desfogue y experiencia estética. A partir de esto, se pintaron en el país más de 2 mil murales; se esculpieron 22 mil piezas de cerámica; y se hicieron unas 7 mil estatuas. Esta idea favoreció el nacimiento de movimientos artísticos como el expresionismo, y artistas como Jackson Pollock. Así de poderoso es crear en comunidad.
De entre todas las propuestas que hay para superar las crisis, sin duda la creación comunitaria es una de las más importantes y urgentes. El secreto es simple: confiar en la sensibilidad y habilidad de nuestras comunidades para generar proyectos que puedan trastocar la manera en que funcionan nuestras micro-sociedades a través del intercambio cultural, la posibilidad de creer y de invertir nuestro tiempo y energía en la gente y sus ideas.