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Breve exploración del mundo de los sueños

02 | 03 | 2021

Parte esencial de nuestra interioridad, los sueños han trazado un mapa imprescindible de nuestra mente, nuestro mundo interior y su historia.

Recorrer la historia de los sueños y el lugar que han tenido en la interioridad humana amerita volúmenes enteros, tal vez bibliotecas. Estos sucesos, cuyo misterio esencial es vigente aún hoy, han sido estudiados profusamente por la ciencia, pero su naturaleza simbólica y la posibilidad de su interpretación viven en un espacio distinto, uno en el que se encuentran la subjetividad y la memoria, el pasado y los miedos, los símbolos y los arquetipos, la intuición y la fantasía. Todo esto ha fascinado al hombre, probablemente, desde que tomó consciencia de sí mismo.

Como los seres humanos, todos los sueños son particulares: el sueño es quien lo sueña (o incluso: el sueño es quien lo está soñando). Los espacios en donde suceden, las sensaciones que nos generan, las personas y elementos que se despliegan en ellos y los sucesos que tienen lugar allí son reflejos de la persona que duerme. Por esta razón son una fuente de fascinación inagotable y han inspirado innumerables obras de arte por parte de quienes los experimentan. La lista de los “artistas del sueño” es muy extensa y toca movimientos como el surrealismo, la poesía romántica europea y una enorme cantidad de artistas de la cinematografía como Luis Buñuel, Andrei Tarkovsky, David Lynch, Federico Fellini y Akira Kurosawa, por nombrar solo a algunos.

Hemos elegido, a manera de miscelánea, algunos tópicos donde los sueños juegan un papel significativo, poético, singular o crucial, de entre los muchos lugares a donde los sueños nos han llevado. Buen viaje.

Oráculos antiguos

Uno de los primeros registros de interpretación de sueños viene de la antigua cultura sumeria y data, por lo menos, del año 3,100 a.C. En las culturas de Mesopotamia, los sueños eran sucesos cruciales para las prácticas adivinatorias y también para las decisiones de sus reyes y líderes. Existen registros de varios sueños proféticos inmortalizados en la Épica de Gilgamesh, una de las piezas de literatura más antiguas. Casi todos estos sueños narrados funcionan como espacios en los cuales los dioses se comunican con los seres humanos para decirles cómo proceder.

Varias culturas antiguas, como la egipcia, veían en los sueños predicciones del futuro y, también maneras de comunicarse con el ámbito de lo divino o lo sagrado. Varios textos antiguos chinos, por ejemplo, describen la naturaleza del alma como doble: una de ellas es la que corresponde al alma que habita el cuerpo, y la otra, se muestra cuando esta se despega del cuerpo y viaja por el mundo de los sueños —otra manera de expresar esto es lo que algunos conocen como el viaje interior.

Asimismo, en los Upanishads (900 y 500 a.C.), escrituras védicas que se encuentran entre los textos más antiguos que se conservan, los sueños tienen dos definiciones principales: la primera es que estos son muestras de nuestros deseos interiores, y la segunda los define como un viaje del alma que termina cuando vuelve al cuerpo. En uno de estos libros, Mandukya Upanishad, el soñar es uno de los tres estados del alma, al lado de la vigilia y el acto de dormir.

Santuarios del sueño

Se sabe que los egipcios solían registrar sus sueños en papiros —un antecedente antiquísimo de lo que hoy conocemos como un diario de sueños. En esta cultura, quienes tenían sueños vívidos, lúcidos, o sueños en los que tenían lugar sucesos significativos, eran considerados poseedores de una sensibilidad especial. En el antiguo Egipto, los sueños eran oráculos, mensajes de la divinidad al mundo de los hombres, lugar donde sucedían las revelaciones divinas. De hecho, para los antiguos egipcios era común visitar santuarios destinados específicamente a recibir esta clase de sueños; ahí dormían en lechos especiales para ello, en espera de recibir consejos o consuelo de los dioses.

Oniros

La cultura griega también trató los sueños de maneras fascinantes. Compartían la creencia con los egipcios de que, a través de estos, las deidades mandaban mensajes, como profecías o advertencias, a los hombres.

Para Hesíodo, en su preciosa Teogonía —antiguo recuento de los dioses griegos antiguos—, los sueños, oneiroi, son deidades hijas de la noche (Nix) y del sueño (Hipnos), también conocidas como “las mil personificaciones de los sueños”. Por su parte, Ovidio los consideraba hijos de Hipnos y menciona a tres por su nombre: Morfeo (el más famoso), Fobétor y Fantaso. Según Homero, los oniros habitaban las oscuras playas del extremo occidental del océano, en una caverna.

El médico Hipócrates (469-399 a.C.), por ejemplo, tenía una teoría singular sobre los sueños: de día, nuestra alma recibe imágenes, de noche las fabrica. Por su parte, Aristóteles creía que los sueños eran capaces de predecir una enfermedad. Finalmente, Cicerón los explicaba simplemente como reflejos de sucesos y memorias de días previos.

Una escalera que llega al cielo

Para el judaísmo, los sueños pueden ser interpretados y son portadores de lecciones. En muchos casos, se consideró que los sueños eran la voz de Dios; pero también se hablaba de sueños malos, inspirados por espíritus malignos.

El Antiguo Testamento contiene una buena cantidad de historias en donde los sueños son de inspiración divina. Quizá, el más famoso está incluido en el Génesis y es el sueño que tuvo el patriarca Jacobo durante la huida de su hermano Esau. La escalera que él soñó se extendía hasta el cielo. A pesar de que este famoso pasaje ha generado numerosas interpretaciones, la más aceptada es que la escalera era una señal que le otorgaba al patriarca la herencia y obligaciones del pueblo elegido por Dios.

Sueños compartidos

En el budismo existen sueños que son soñados por varias personas, como si los sueños pre existieran a sus soñadores. En el sutra Lalitavistara —libro del budismo Mahayana que narra la historia de Gautama Buda— se narra que el Buda soñaba sueños que ya habían soñado budas previos a él, y en el Mahavatsu —libro emblemático del budismo temprano— se narra que varios de los familiares del Buda soñaron lo que él sería, antes de que este se iluminara.

En general, el budismo ve en los sueños señalizaciones que hablan de las etapas de la vida de sus soñadores.

Lugares de encuentro con lo muertos

Para varias culturas indígenas de América, incluidas las mesoamericanas, los sueños son y han sido lugares donde es posible interactuar con quienes han muerto, y también con los ancestros. Los sueños suceden en una dimensión propia, paralela a la que habitamos en la vigilia, y que acontece sin tiempo o espacio —un lugar donde, además, se revelan verdades divinas y se encomiendan ciertas tareas. De esta forma, los sueños se planteaban como vías para transmitir conocimiento.

De una manera similar a la percepción de la cultura china, para algunas culturas mesoamericanas, como la nahua y la maya, el sueño es el desprendimiento temporal del alma y el cuerpo, y es un estado íntimamente relacionado con varios tipos de trance, estado esencial para el universo chamánico, la sanación, la espiritualidad y la religión.

Blake y los sueños

La obra del poeta, grabador y artista gráfico William Blake siempre estuvo tocada por los sueños. Sobreviven, por ejemplo, muchos dibujos y grabados donde el artista reprodujo a personajes que encontró en sus sueños y, de hecho, en el primer capítulo de su famosísimo himno titulado Jerusalem, el poeta asegura que los temas de sus trabajos más consolidados y extensos se generaron durante el proceso del sueño.

Así, en buena parte de la obra del poeta londinense, los sueños son sucesos cercanos a la verdad, la sabiduría, las profecías y a la inspiración artística —un entendimiento moderno, podría decirse, y profundamente avanzado para su tiempo. En su observación de los sueños a través de su arte, Blake habría de acercarse (sin saberlo) a Freud, en tanto que reconocía los sueños como productos de la represión, profundamente influenciados por la infancia.

Hatsuyume

En la cultura tradicional japonesa, existe un tipo de sueño denominado hatsuyume. Se refiere al primer sueño que se sueña después del año nuevo, y este incluye información premonitoria del ciclo que comienza —la suerte que se tendrá durante el año por venir. Comúnmente, en Japón, la noche del 31 de diciembre se pasa en vigilia, por lo que el hatsuyume se presenta la noche del 1 de enero, y el día conocido con este nombre es el 2 de enero.

Una señal de buena suerte para el año que viene es soñar con una muy particular combinación de elementos: el Monte Fuji, un halcón y una berenjena. Algunas teorías atribuyen esta muy particular y auspiciosa relación a que el Monte Fuji es el más alto de todo Japón; el halcón es considerado un pájaro fuerte e inteligente; y la palabra que denomina a la berenjena (nasu) es cercana a la palabra con la que expresan el acto de alcanzar grandes cosas.

La interpretación de los sueños

Sigmund Freud cambió de forma definitiva la percepción de los sueños en Occidente. El médico los consideraba manifestaciones de ansiedades y deseos inconscientes o reprimidos; y, también, una conexión con nuestra mente inconsciente —una que abreva de forma insistente de nuestros recuerdos y traumas de la infancia.

Durante sus años de investigación en torno a los sueños humanos, Freud desarrolló una técnica para interpretarlos e hizo una guía para leer las imágenes y símbolos que son recurrentes en los sueños humanos. Publicado en 1900, La interpretación de los sueños sería una piedra angular para el pensamiento del siglo XX, sus expresiones culturales y artísticas. La obra se convirtió en una fuerte influencia para discípulos suyos como Carl Jung y Fritz Perl.

Borges

Tanto en la literatura, la obra ensayística y la ontología borgianas, en su manera de mirar, narrar y describir el mundo, el sueño es un posible origen del hombre y los acontecimientos. Hay que recordar que Borges fue un heredero de Schopenhauer, quien en su obra El mundo como voluntad y representación plantea la naturaleza onírica de la esencia de la vida.

Un ejemplo perfecto de esto es el cuento Las ruinas circulares, cuyo protagonista, soñador y mago, da vida a un hombre soñándolo; otro ejemplo más es su poema Sueña Alonso Quijano, donde Cervantes sueña a Alonso Quijano y Alonso Quijano sueña al Quijote en un juego de lenguaje-creación circular que plantea a los sueños humanos como origen de los orígenes. Finalmente, en otro de sus poemas, Everything and Nothing, Dios sueña a Shakespeare, que al mismo tiempo sueña a los personajes que habitan su obra, en un juego similar en el que Dios (o lo que el llamó “la conciencia universal”) es el soñador en cuyos sueños nace nuestra realidad.

Finalmente, para Borges, el acto de escribir era semejante al de soñar, y también lo era el acto de vivir. Así planteó una de sus preguntas más esenciales: ¿la vida es soñada por alguien o es un sueño que se sueña a sí mismo?

Los sueños lúcidos

Los sueños lúcidos podrían definirse como soñar y, al mismo tiempo, saber que todo lo que nos sucede es un sueño. En este ocasional estado, el soñador puede tener un cierto nivel de control sobre lo que pasa en el sueño —las propias acciones, los personajes y el entorno dentro del sueño. Las posibilidades son infinitas y existen varias técnicas para manejar y controlar los sueños lúcidos. A quienes practican esto, a veces, se les conoce como onironautas.

La mayoría de las personas experimentan esta clase de sueño en algún momento de su vida (son más recurrentes en la infancia y adolescencia), pero son pocas las personas que mantienen esta habilidad. Algunos terapeutas han visto en la capacidad del sueño lúcido una forma de tratamiento para curar ciertos problemas psicológicos. Pero más allá de su posible función sanadora, tener un sueño lúcido es, quizá, una de las experiencias más fascinantes que una persona puede tener.

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