Consejos para combatir la ansiedad (cortesía de Séneca)
Consejos del filósofo romano para aprender a navegar sentimientos como la incertidumbre, la preocupación y la angustia.
Vivimos una época de mucha incertidumbre. Tan solo en los últimos meses, el planeta se ha enfrentado a una pandemia que ha cambiado nuestra noción del presente y del futuro, y ha generado una ola de ansiedad pocas veces vista en la historia. Estos tiempos complicados necesitan, definitivamente, toda la ayuda que la filosofía pueda darnos, y en particular la de Séneca, pensador romano cuyos pensamientos y escritos son tan vigentes como siempre.
Para conocer a este filósofo es necesario ir más allá de una sola disciplina; habría que explorar el pensamiento matemático, la geometría y, sobre todo, nuestra concepción de la empatía y la importancia de vincularnos con los demás para encontrar la paz. “¿De qué me sirve saber vivir en el campo, si no sé compartirlo con mi hermano?”, decía Séneca.
¿Quién fue Lucio Anneo Séneca?
Nació en el año 4 a.C. en Córdoba, una provincia de España que en la antigüedad formó parte del Imperio Romano. Como muchos de sus contemporáneos, tuvo una vida plena en la que desempeñó un sinfín de oficios. Según sus varios biógrafos, Séneca fue político, escritor, abogado y filósofo. Su padre, Marco Anneo Séneca, era una eminencia académica de Roma y además de encausarlo por el camino del conocimiento, fue el responsable de que a Lucio lo conocieran como, “ el joven Séneca”.
Séneca fue discípulo de varios filósofos eclécticos, y tenía un gran talento para transmitir sus vivencias más cotidianas a través de la escritura, por eso hoy conocemos su vida de cerca. Se sabe, por ejemplo, que se trasladó a Roma para estudiar retórica, que fue diputado de Calígula y que en algún punto renunció a todo para dedicarse de lleno a aprender y a alimentar su alma con libros y palabras.
También le tocó experimentar de cerca el caos del Imperio Romano: estuvo en la cárcel, fue consejero y tutor del emperador Nerón, gobernó fácticamente Roma y al final de su vida fue acusado de traición y obligado a suicidarse.
Afortunadamente, todas las turbulencias que tuvo que atravesar lo condujeron a contemplar la vida desde otro lugar. Séneca exploró una gran cantidad de lugares de la interioridad humana: los sentimientos, el poder, las virtudes curativas de la filosofía, el miedo, la posibilidad de repensar el carácter y la muerte.
Consejos de Séneca para aliviar la ansiedad
Para conocer el pensamiento de Séneca, hay que estudiar también a los estoicos (aquí tres lecciones del estoicismo para nuestro bienestar) —escuela filosófica que se centró en la búsqueda de la serenidad a través de la renuncia a las pasiones innecesarias.
Muchas de las grandes enseñanzas que nos dejó Séneca nacieron gracias a las prolíficas aportaciones que hizo a la escuela de los estoicos, pues no solo fue su principal representante, sino que también se distinguió por la claridad de su prosa, de manera que sus aportaciones literarias lo convirtieron en un clásico grecolatino.
Por su profundo conocimiento de la naturaleza humana y su capacidad de expresión, las lecciones de Séneca para la vida son innumerables. A continuación, algunas máximas del filósofo que nos permitirán encontrar la tranquilidad en medio de tiempos extraños.
Decir no a la ira
Según Séneca, la pasión más sombría que tiene el ser humano es la ira, un sentimiento peligroso que hay que evitar a toda costa, ya que hace que el individuo olvide su bienestar con tal de dañar a los demás. Así es como lo escribió el filósofo: “luchad contra ustedes mismos cuando estéis irritados, porque quien no puede vencer el enojo, será vencido por él”.
Lo que debemos hacer antes de cerrar los ojos
Cada noche, antes de irse a dormir, Séneca daba vuelta a un reloj de arena para tomar conciencia del paso del tiempo y de la necesidad de aprovecharlo. Alguna vez escribió al respecto: “hay que organizar cada jornada como si cerrara la marcha y llenara la vida”. Antes de dormir, el filósofo repasaba las cosas que había hecho bien durante el día y las que había hecho mal para así hacer los cambios necesarios a la siguiente jornada.
No dar importancia a las cosas que no la tienen
Casi todas las emociones que experimentamos son transitorias y no males verdaderos. En otras palabras, la mayoría de las cosas que nos irritan lo hacen porque rara vez estamos contentos con nuestra suerte y tenemos el hábito de compararnos con otras personas a las que les va mejor y no peor. En ese sentido, hay que dejar de buscar problemas ficticios y centrarnos en nuestra verdadera meta de vida.
Lo más importante está dentro de nosotros
Hay que sentir la molestia, pero superarla. El hombre sabio se basta a sí mismo y puede mantenerse en ánimo sereno a pesar de las cosas que suceden en su vida. Hay que disfrutar de la suerte que nos toca, practicar el autocontrol y desarrollar la capacidad de retirarnos del mundo, pues la felicidad y la libertad residen en nuestro interior.
El laberinto de los placeres
Nuestras decisiones deben ser guiadas por nuestras necesidades y no por nuestra voluntad inmediata. Los placeres deben servirnos pero no mandarnos, ya que los estímulos inmediatos nos distraen de lo que verdaderamente importa —como llenar nuestra vida de reflexión y sabiduría.