Día de Muertos: celebrar la vida de los difuntos

02 | 11 | 2022

Este festejo por el retorno temporal de nuestros seres queridos fallecidos es una de las celebraciones más emblemáticas y conocidas de México.

“El culto a la vida, si de verdad es profundo y total, es también culto a la muerte. Ambas son inseparables. Una civilización que niega a la muerte acaba por negar a la vida.” Octavio Paz en El laberinto de la soledad (1950)

 

A finales de octubre, en diferentes regiones de México, empezamos a percibir los aromas de la flor de cempasúchil y del copal. También escuchamos las campanadas y vemos innumerables velas encendidas. Las cocinas, los comales y los hornos preparan tamales, pan de muerto, mole y tortillas. Es que nuestros seres queridos que han fallecido ya comienzan a visitarnos. Para recibirlos, les dedicamos una vibrante ofrenda con esos elementos. El altar se adorna con papel picado colorido que muestra motivos de pájaros, flores y calacas en bicicleta, bailando o al estilo Posada. También colocamos calaveras de azúcar con los nombres de los fallecidos en la frente, además de agua, sal y sus alimentos y bebidas favoritos.

En algunas zonas de México, esta celebración comienza el 28 de octubre. Este día recordamos a quienes murieron por accidente o de manera trágica. El 29 se dedica a los ahogados. El 30 y el 31 son para las almas que fallecieron sin haber sido bautizadas y permanecen en el limbo. El 1 de noviembre, rememoramos a los niños muertos. Ese día, los pequeños van de casa en casa con una calabaza o chilacayote en forma de calavera, pidiendo fruta o dulces. Finalmente, el 2 de noviembre celebramos a los adultos fallecidos. La tradición indica que los muertos llegan cada 12 horas entre el 28 de octubre y el 2 de noviembre.

Con el paso del tiempo, esta celebración ha suscitado expresiones populares, como desfiles con disfraces de calacas. Así, esta época del año se vuelve muy especial en México. Por el retorno temporal de familiares y seres queridos fallecidos, este evento se convierte en uno de los más emblemáticos del país. Además, representa un ejemplo del sincretismo entre las culturas precolombina e hispánica. En 2003, la Unesco declaró el Día de Muertos en las comunidades indígenas mexicanas como Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad.

Mezcla de elementos de la cultura prehispánica y la religión católica

Se estima que, en México, las comunidades indígenas celebran a los muertos desde hace más de 3,000 años. Según el historiador fray Diego Durán, existen dos rituales nahuas básicos dedicados a los difuntos. Uno es Miccailhuitontli, la Fiesta de los Muertecitos, que se conmemora en agosto. El otro es la Fiesta Grande de los Muertos, celebrada el mes siguiente.

Las flores de cempasúchil son colocadas en los altares desde la época prehispánica, ya que se cree que su olor y color atraen a los muertos. Con sus pétalos, se hacen caminos para que los fallecidos encuentren su ruta desde la calle hasta el altar. Desde entonces, también hablamos del Mictlán, el inframundo donde los muertos llegan para recibir descanso eterno después de cruzar un río con la ayuda de un xoloitzcuintle.

Los pueblos originarios mexicanos concebían la vida y la muerte como una dualidad. Creían que, al morir, comenzaban a vivir de nuevo. La muerte formaba parte de un ciclo continuo, al igual que la siembra. En México, agosto y septiembre son tiempos de cosecha, por lo que estos pueblos compartían el fruto recién recolectado con sus ancestros. Era un ritual de vida y muerte con ofrendas para asegurar una buena siembra en la próxima temporada.

En España, se celebra el Día de Todos los Santos el 1 de noviembre. Las iglesias y conventos exhiben reliquias de los santos y los creyentes oran para ser perdonados. Hay regiones donde preparan alimentos en forma de huesos y calaveras. En algunas casas, se coloca una mesa para el santo, adornada con dulces y pan. Al día siguiente, conmemoran el Día de los Fieles Difuntos, dedicado a las almas en el purgatorio.

Con la conquista española, en México se integraron las celebraciones indígenas y las católicas. También se modificaron las fechas para fusionar los rituales prehispánicos de las ánimas con las tradiciones cristianas. Así, los mexicanos celebramos el Día de Muertos el 1 y 2 de noviembre.

Hanal Pixan y la Cruz Verde

El Hanal Pixan, o “comida de las ánimas”, y la Cruz Verde representan el sincretismo entre las creencias mayas y católicas. En comunidades de la península yucateca, las celebraciones del Día de Muertos se conocen como Hanal Pixan, y pueden durar un mes, del 31 de octubre al 30 de noviembre. En esta fiesta, además de alimentos y adornos, colocan una cruz verde en los altares familiares. Esta cruz, hecha de madera de ceiba, representa tanto a Jesús como al árbol sagrado de los mayas.

La Cruz Verde tiene pintadas imágenes significativas. El color verde simboliza la vida. El dibujo de una bata representa la ropa de Jesús en su captura. El martillo y los clavos son las herramientas que usaron para crucificarlo. La escalera representa cómo lo subieron a la cruz y lo bajaron. El morral simboliza las 30 monedas que recibió Judas. Los dados representan el juego de los soldados mientras vigilaban a Jesús. El gallo simboliza el canto que se escuchó cuando San Pedro lo negó. Los látigos son los azotes que Jesús recibió. La jarra representa el cáliz, y el corazón es el amor sacrificado de Jesús.

Así, durante tres días, los pueblos yucatecos rinden homenaje a sus familiares muertos. El primero de noviembre es para los niños, conocido como Hanal Palal. El segundo, Hanal Nucuch, es para los adultos. El tercero es el Hanal Pixanoob, cuando se celebra una misa en honor a las ánimas en el cementerio. En este periodo, se prepara el mucbipollo o pib, un tamal grande hecho de masa de maíz y carne, cocinado con fuego de leña, enterrado en un hoyo cubierto de hojas.

Fiesta, ritual y creatividad

El Día de Muertos es una tradición que transmitimos con entusiasmo de generación en generación. Más de 40 grupos indígenas mexicanos, que superan los seis millones de personas, conservan rituales asociados con esta celebración. Esta visión de la muerte refleja nuestra relación con los difuntos. La celebración no significa que los mexicanos no temamos a la muerte. Más bien, es la alegría de que nuestros fallecidos regresen. La relación distendida pero ceremoniosa que mantenemos con ella se expresa en textos rimados conocidos como “calaveritas literarias”, donde criticamos personajes, la política y la sociedad con creatividad y humor negro.

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