Diosas de la Tierra (arquetipos para nuestro presente)

19 | 10 | 2021

Una breve selección de deidades femeninas y una invitación a replantearnos nuestra relación con la naturaleza.

Al profundizar en la historia antigua de las culturas originarias del mundo, encontraremos una buena cantidad de diferencias no solo regionales, sino también cosmogónicas. Cada pueblo creó su propia forma de relacionarse y explicarse su entorno. Sin embargo, existen algunas similitudes asombrosas, pequeñas y grandes coincidencias esenciales que, tal como lo expresó en su momento Carl Jung, nos permiten reconocer nuestra propia conciencia colectiva a través de los grandes arquetipos que existen en todas las culturas humanas. Un ejemplo notable de esto es la figura de la diosa madre.

Sin importar el lugar o la religión, casi todas las comunidades del planeta adoptaron una o varias figuras femeninas que encarnan la divinidad en su estado más puro, diosas que fueron el medio e inspiración para venerar y resaltar los aspectos fundamentales de la experiencia humana: la fertilidad, la generación de vida, la naturaleza, la belleza, el amor, la Luna, la Tierra y su capacidad de producir el sustento, entre otras cosas.

A algunas de estas diosas se les asociaba a la sexualidad —como Ishtar o Afrodita—, a otras con las tareas del hogar o la búsqueda del sustento —como Artemisa o Diana—, pero a las más importantes se les relacionaba con la prosperidad de los campos, las estaciones, el renacimiento y la veneración a la naturaleza y a sus riquezas.

Esta figura fue tan relevante que se cree que la adoración por el arquetipo de la mujer creadora ha acompañado al humano casi desde el inicio de la civilización; antropólogos señalan que se puede rastrear desde la época paleolítica —prueba de esto son las figuras femeninas de más de 30 mil años de antigüedad, con cara cuadrada y cuerpo robusto encontradas en Europa, que en muchas ocasiones son llamadas “Venus”, aún cuando la diosa griega apareció mucho después.

El aspecto simbólico

El culto a la gran madre siempre ha tenido una estrecha unión con la agricultura. La Tierra y las mujeres no solo generan vida, sino que hacen que esta se perpetúe. La tierra es húmeda y oscura, igual que el útero y que la noche; por eso, los templos a estas deidades casi siempre son subterráneos o están dentro de cuevas, edificaciones oscuras o cerros.

A menudo, las diosas eran figuras nocturnas —de ahí su cualidad lunar— a las que se les encomendaba el éxito en la siembra y la cosecha. Esto se debe también a que en una gran cantidad de pueblos tenían la creencia de que los cultivos se debían realizar cuando había luna llena, ya que así las semillas germinaban mejor.

Por otro lado, en casi todas las culturas, las divinidades femeninas son adoradas a través de objetos, en muchos casos rocas que representan la fertilidad. Como ejemplo tenemos el Monolito de Baalbek, una gran piedra tallada encontrada en Líbano que era sagrada para las mujeres que querían embarazarse. También se han usado, para el mismo fin, objetos en forma de huevo y, en otras ocasiones, rocas oscuras.

Las diosas

El tema es tan extenso y complejo como las diosas de nuestro mundo. Sin embargo, hemos seleccionado algunas de las deidades representativas, para señalar no solo su importancia, sino sus grandes enseñanzas —mismas que hoy son más urgentes que nunca.

Pachamama – Perú

La diosa más representativa de los pueblos andinos era (y es) venerada por ser la madre de toda la vida en su enorme complejidad. Su nombre quechua puede traducirse como madre-tierra; se trata de  la combinación de dos vocablos: pacha, que significa “universo”, y mama, que es sinónimo de “madre”.

A la Pachamama se le relaciona con la tierra, la fertilidad y lo femenino. Su imagen perdura con fuerza en algunos sitios de Sudamérica. Esto se debe a que su mayor poder es la capacidad de dialogar permanentemente con sus seguidores. Asimismo, ella cuida las cosechas, protege a los artesanos y también a los animales salvajes. Para los adoradores de la Pachamama, la tierra come, bebe y fuma.

Parvati – India

Esta diosa, fuerte y voluntariosa, tiene el poder de preservar y destruir el universo. Su nombre puede traducirse como “hija de la montaña”. Es la encargada de proteger a todos los seres vivos (incluso de ellos mismos). Tiene dos aspectos, uno duro y uno suave, que oscilan según se alteran sus concepciones de lo bueno y lo malo. Además de ser la consorte de Shiva, es la encargada de generar un balance entre lo masculino y lo femenino.

Gaia – Grecia

Para las mitologías mediterráneas, Gaia es la madre universal. Se le relaciona con la prosperidad de las cosechas y, sobre todo, con la fuerza femenina salvaje e intuitiva. Nació de entre los vapores de los volcanes, en medio del caos primigenio. Fue la madre de todos, incluso de Zeus; también fue la gran protectora de las cosechas y de los campos.

Coatlicue – México

Se trata de la diosa mexica, patrona de la fertilidad. Es al mismo tiempo la reina de la vida, la muerte y el renacimiento. Su nombre significa “falda de la serpiente”; es un animal por demás sagrado para dicho pueblo originario. Coatlicue es la madre de Huitzilopochtli, a quien engendró tras haber sentido cómo una pluma caía sobre su vientre. Como a las otras diosas, también se la asocia con la tierra fértil y se le pide para que haya una buena cosecha.

Mari – País Vasco

Mari es la deidad más poderosa de la cosmogonía Euskadi. Se encarga de controlar los vientos y los climas, y de conectar lo visible con lo invisible. Según la mitología vasca, vive resguardada en una cueva donde pasa sus horas hilando la red sagrada de la vida.

​​Freya – Escandinavia

Freya o Freyja es la deidad femenina más venerada en la mitología nórdica. Era la deidad del amor, la fertilidad y la belleza en general. Según se registra en diversos mitos, sus seguidores le pedían no solo que los asistiera en los partos, sino también que las estaciones vinieran provistas de abundancia. Como muchas diosas de su tipo, Freya tenía dos caras. Por un lado, tenía la forma de una joven apacible, capaz de resolver todas las disputas amorosas de los enamorados; por otro, era una verdadera guerrera que no solo representaba a las famosas valkirias, sino que también era la encargada de recoger los cuerpos de los soldados muertos en batalla.

* * *

Además de ser parte de la narrativa universal, de nuestro pasado y de nuestra existencia como seres simbólicos y espirituales, las diosas madres son símbolos de cómo los antepasados celebraban y cuidaban la Tierra. Sus variadas figuras son, aún hoy, una invitación a repensar nuestra propia relación con el planeta que habitamos y a tratar a la naturaleza con amor profundo y respeto, pues solo así podremos subsistir como especie.

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