Hablar con la montaña o sobre el Dark Mountain Project
El fin del mundo tal y como lo conocemos es, ante todo, el principio de algo más.
Cada cierto tiempo, el mundo atestigua el nacimiento de proyectos que nos ayudan a recuperar la esperanza en lo humano —su arte, su capacidad de conciencia y su posibilidad de crear (o recrear), incluso en los momentos más difíciles. Uno de estos proyectos es The Dark Mountain Project, que nació en 2009. Fue creado por Paul Kingsnorth y Dougald Hine, dos escritores y activistas ingleses preocupados por el cambio climático y sus consecuencias, que se unieron para crear un registro de la realidad que vive hoy la humanidad en términos ecológicos. Para ellos, ya no era suficiente escribir sobre las cosas que iban mal; sentían que tenían la tarea de inspirar, influenciar y dar un espacio a aquellos que quisieran ser parte de un cambio dentro de una sociedad indolente, ciega a los problemas que la aquejan.
En un principio, Kingsnorth y Hine se conocieron a la distancia. Habían leído los artículos que ambos publicaban en sus respectivos blogs y una tarde decidieron reunirse por primera vez en un pub donde, entre tragos e ideas compartidas, nació un pequeño manifiesto para expresar la impotencia que genera en muchos seres humanos la dirección que ha tomado el mundo en las últimas décadas.
Luego, ese manifiesto se convirtió en algo más que un simple ensayo sobre la desazón; se transformó en un documento vivo para expresar los pormenores del colapso ecológico que se avecina y desafiar a una cultura que se niega a expresarse sobre el asunto —como si dar la espalda a la realidad pudiera hacerla desaparecer. Su proyecto resultó en una plataforma editorial que busca nombrar la barbarie en la que vivimos con los ojos bien cerrados, no para regodearnos ante la tragedia, sino para tenerla en cuenta, transformarla y convertirla en arte.
Así, el Dark Mountain Project se convirtió en un espacio para cobijar a los pesimistas, los románticos y los realistas que pretenden dejar para la posteridad su testimonio de esta catarsis.
Un solo poema
En 1935, el escritor estadounidense Robinson Jeffers escribió un poema titulado Rearmament para poner en palabras e intentar explicarse a sí mismo el peligro inminente de la Segunda Guerra Mundial. Para el poeta, la humanidad había perdido su rumbo y nadie podía detener la destrucción que venía: “Me quemaría la mano derecha en fuego lento si pudiera cambiar el futuro”, escribe en uno de los versos del poema, donde sugiere que el destino seguiría su curso, y nadie podría hacer nada para detener la fatalidad que se avecinaba. Caminábamos en el lado oscuro de la montaña, en medio de un bosque tupido y no nos dábamos cuenta.
The Dark Mountain Project nació de las entrañas de este poema y, aunque de momento la humanidad no se ve amenazada con una guerra mundial, ahora se enfrenta a un enemigo inmenso, sin nombre o territorio delimitado: el cambio climático.
Y es que aunque pudiera resultar cómodo negarlo, los estragos de este fenómeno en la atmósfera de nuestro planeta están sobre nosotros, nos pisan los talones; los desastres naturales se suman y las consecuencias de todo esto aún están por verse —aunque sabemos que podrían ser fatales para la vida en nuestro planeta.
Pero existe una esperanza que resulta evidente en cada acto e iniciativa humana para reparar y reconstruir, es el caso de Dark Mountain Project.
El manifiesto
Dark Mountain Project está integrado por un grupo de activistas-artistas que pretenden cambiar nuestra concepción del presente a través de las palabras —destiladas en una colección de publicaciones que nos invitan a entender la esencia del cambio climático y construir opiniones certeras alrededor de él.
Ser parte de esta iniciativa es ser conscientes de una gran variedad de temas. De alguna forma, todo está conectado. Quizá, una buena manera de entender la importancia y profundidad de este proyecto es conociendo sus ocho principios esenciales:
1. Vivimos en una época de linchamiento social, económico y ecológico. A nuestro alrededor hay señales de que toda forma de vida está pasando a la historia. Enfrentaremos esta realidad honestamente y aprenderemos a vivir con ella.
2. Rechazamos la fe que sostiene que las crisis de nuestro tiempo pueden reducirse a un conjunto de “problemas” que necesitan “soluciones” tecnológicas o políticas.
3. Creemos que las raíces de estas crisis están en las historias que nos hemos contado. Tenemos la intención de desafiar estas narrativas que sustentan nuestra civilización: el mito del progreso, el mito de la centralidad humana y el mito de nuestra separación de la “naturaleza”. Estos mitos son peligrosos, por el hecho de que hemos olvidado que son mitos.
4. El papel de la narración en todo esto es algo más que mero entretenimiento. Tejemos la realidad a través de las historias.
5. Los seres humanos no son el propósito del planeta. Nuestro arte comenzará con el intento de salir de la burbuja humana. Con una atención cuidadosa, volveremos a involucrarnos con el mundo no humano.
6. Celebraremos aquella escritura y arte que tiene un sentido de lugar y de tiempo. Nuestra literatura ha estado dominada, durante demasiado tiempo, por los que habitan las ciudadelas cosmopolitas.
7. No nos perderemos en la elaboración de teorías o ideologías. Nuestras palabras serán elementales. Escribimos con suciedad debajo de las uñas.
8. El fin del mundo tal y como lo conocemos no es el fin del mundo. Juntos, encontraremos la esperanza más allá de la esperanza, los caminos que conducen al planeta desconocido que tenemos por delante.
Aunque la esencia del Dark Mountain Project nace del desastre, su existencia es esperanzadora por tratarse de un grupo de personas que, desde su muy particular posición, están haciendo algo extremadamente valioso: sostener un espejo que nos incita a reflejarnos y contemplar nuestra realidad. Así, su propuesta sobrepasa el pesimismo y se coloca en un lugar extremadamente humano, pues echa mano de lo mejor que hay en el ser humano: la capacidad de sentir, de (re)crear y de transformarnos.