Hacer llover flores: la poesía nahua

19 | 02 | 2021

“La flor y el canto” es la manera en la que los nahuas precolombinos nombraban a una forma bella de expresión verbal.

En 1940, el Dr. Ángel María Garibay publicó la Llave del náhuatl, una sesuda selección de textos nahuas acompañada de una gramática y un pequeño diccionario con la intención de ofrecer a los estudiantes del idioma mexicano un manual que enriqueciera su aprendizaje. En la primera parte de ese libro, donde estudió la morfosintaxis, la fonología y la estilística del náhuatl, acuñó un término lingüístico-literario para nombrar una herramienta expresiva muy difundida en el habla de los nahuas: “difrasismo”.

Un difrasismo, nos dice el Dr. Garibay, es “un procedimiento que consiste en expresar una misma idea por medio de dos vocablos que se completan en el sentido”. Algunas locuciones que ejemplifican este recurso son in nontlan in izcatlan (“el lugar de la mudez y el lugar del frío”), in petlatl in icopalli, (“el petate y el asiento”) e in yohualli in ehecatl (“la oscuridad y el viento”). En todas ellas, una conjunción no jerárquica de sus contenidos metafóricos da lugar a un tercer significado: la región donde hace frío y reina el silencio total es la muerte; el petate y el asiento simbolizan el espacio donde descansa el poder político; y la oscuridad y el viento refieren al carácter enigmático y etéreo de lo divino, y, por antonomasia, es sobre todo una forma de nombrar al dios Tezcatlipoca.

“La flor y el canto”, in xochitl in cuicatl, es otro difrasismo (quizás el más conocido) que la cultura nahua precolombina usó para nombrar una forma de expresión musicalizada que los sabios y los príncipes componían tras una larga y emotiva reflexión, y que comparte ciertos rasgos literarios con lo que en Occidente se conoce como “poesía”. El miedo a la muerte, el estatus de los macehuales (“los ciudadanos de a pie”) frente a la divinidad y la universalidad del cambio y el deterioro de la carne a través del tiempo eran para los nahuas una embestida brutal a la que la mera resignación religiosa no daba sosiego. Para ellos, la vida en la tierra y todo lo que aquí acontece, tlalticpac, golpea el ánimo de los macehuales con una feroz gama de experiencias cosmogónicas, teológicas y filosóficas, a cuyo embate solo podían hacer frente a través de la palabra.

“Diálogo de la poesía: flor y canto”

Este diálogo es una de las composiciones más bellas de este arte poético nahua, y es además una de las composiciones que sintetizan mejor la experiencia literaria y filosófica de la flor y el canto. El diálogo narra un encuentro poético organizado por Tecayehuatzin, gobernante y poeta tlaxcalteca, entre algunos nobles y sabios, en el que elevan sus aflicciones y reflexionan sobre el misterio de la muerte. Al inicio del diálogo, Ayocuan se lamenta:

¿Zan ca yuhqui nonyaz (¿Solo así he de irme)

in oompopoliuh xochitl? (como las flores que perecieron?)

¿Ahtle notleyo yez in quenmanian? (¿nada quedará en mi nombre?)

¿Ahtle noitauhca yez in tlalticpac? (¿nada de mi fama aquí en la tierra?)

Entre sollozos, Cuauhtencoztli se pregunta con él:

¿Cuix oc nelli tlaca? (¿Son acaso verdaderos los hombres?)

¿Cuix oc nelli tocuic? (¿Mañana será verdadero nuestro canto?)

¿Tle hual quiza in oncan tinemi? (¿Qué está por ventura en pie?)

Por su parte, Tlapalteuccitzin alza su voz alegre para recordar que las flores mueven al corazón (ollini Xolotl), y entonces Ayocuan inquiere:

In zan cuel achitzincan tlalticpac (Aquí en la tierra es la región del momento fugaz)

¿oc no iuhcan (¿También es así en el lugar)

Quenonamican (donde de algún modo se vive?)

¿Cuix oc pacogua (¿Allá se alegra uno?)

icniuhtihua in? (¿Hay allá amistad?)

Auh in amo zanyo nican totiximatico in tlalticpac (¿O solo aquí en la tierra hemos venido a conocer nuestros rostros?)

Ambos sabios sospechan que la vida tal vez sea una mentira; se preguntan si acaso al llegar a la región de la muerte seguiremos siendo los mismos, si en el más allá reconoceremos a nuestros amigos.

Aquiauhtzin luego confiesa que solo vive para buscar y alegrar al Ipalnemohuani (Dador de la Vida), aun cuando Él lo atormente con un torbellino constante de aflicciones y zozobras:

Xoppan calitic (En medio de la primavera)

In tlacuilocalitec (en la casa de las pinturas)

Zan nimitzahuiltia (yo solo procuro alegrarte)

En medio de la primavera, de la belleza floral, entre cantos y la sabiduría, en el retraimiento más profundo y en la meditación más penetrante, la flor y el canto son las únicas armas con las que el macehual alegra al Dador de la Vida y calma su corazón de los dolores mundanos.

De la amistad nace la flor, nace el canto. De igual forma, sabe Ayocuan que el Dador de la Vida está en todos lados, las cosas de la tierra son la casa de Dios. El poeta teje esteras de flores, y sobre ella los príncipes invocan la piedad divina. Entonces, el poeta entiende que el ave de cascabel canta porque le responde al Dador de la Vida; las flores y los cantos más bellos vienen del cielo, como todo lo que existe en la tierra, y el ser humano solo puede cosechar esas flores, contemplar lo que tiene frente a sí y alabarlo. El poeta sabe que la palabra solo puede celebrar la belleza, mas no crearla.

Finalmente, Ayocuan y sus amigos comprenden que la vida en la tierra es transitoria y efímera; presienten que el final está cerca, pero entre lamentos logran entender que las flores y el canto trascenderán al poeta, por cuanto están ligados al poder de la divinidad creadora, y porque, además, en ellos descansa la fuente de la vida:

Ayac quitlamitehuaz (Nadie hará terminar aquí)

in xochitl in cuicatl (las flores y los cantos)

in mania ichan Ipalnemohuani (ellos perduran en la casa del Dador de la Vida).

Palabras floridas para alegrar el alma y el corazón de los macehuales

La flor y el canto son lo único que tiene el macehual para enfrentar las penurias de la existencia: para eso vive, para cantar al Dador de la Vida, para charlar con el ave y con los árboles:

Aquin nehua (¿Yo quién soy?)

Nipapatlantinemi (volando me vivo)

notlatlalia (compongo un himno)

nixochincuica: (canto las flores)

cuicapapalotl (mariposa de canto).

El poeta es el “ave de la primavera”, dice Tlapalteuccitzin, es “el que anda allí en la primavera”, entre las flores más hermosas. “Yo entre cantos he brotado”, he nacido de la flor y el canto: el Dador de la Vida me ha creado, como creó al quetzal y a las flores, y para celebrarlo yo canto una nueva flor. “Sobre la tierra se levanta, brota mi canto”: por fin he comprendido el sentido de lo bello. De in xochitl in cuicatl ha nacido el poeta.

Al final, cuando han llovido flores, cuando se han cantado las flores y llegó la hora de que los tambores y las flautas comiencen la fiesta postrera, los macehuales atenderán por fin el llamado del Dador de la Vida. Esa es la intuición final de Tecayehuatzin: entre las flores vive el ser humano, y siempre que haya cantos podremos estar seguros de que los amigos son verdaderos. El poeta es una flor que se marchita y que sobrevivirá en sus retoños.

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