Instrucciones para realizar una íntima taxonomía de la flora y fauna de tu casa

17 | 07 | 2020

Utiliza este tiempo en casa para conocer a profundidad la vida que te rodea.

Estamos en un momento perfecto para desarrollar una íntima taxonomía de la flora y fauna del propio hogar. Inmersos en la pandemia del nuevo coronavirus, tenemos la responsabilidad de pasar tanto tiempo en casa como sea posible. Esto impulsa otro deber: el de conectar con la vida que nos rodea. Se trata de una actividad que podría mejorar tu estado de ánimo y también hacerte más sensible al hecho de que tu casa es compartida con múltiples seres vivos que, a su manera, contribuyen a mejorar el entorno.

¿Por qué una taxonomía?

Nombrar lo que nos rodea es una acción esencialmente humana. Al nombrar una cosa, la integramos a nuestro marco de pensamiento; otorgándole un lugar físico y simbólico en nuestra existencia e imaginario personal y colectivo.  

Pero, los seres humanos no nos limitamos a nombrar objetos; también los clasificamos. Si se vuelven significativos para nosotros o los consideramos fuente de conocimiento, los ligamos a otros, generando constelaciones de sentido. Y nuestras clasificaciones —que van cambiando a lo largo de la historia y pueden variar entre culturas— resultan ser complejísimos sistemas dignos de ser estudiados y aprendidos.

La taxonomía es la ciencia que se encarga de hacerlo. Esta disciplina estudia los principios, métodos y fines de la clasificación, y normalmente se relaciona con la catalogación de especies vivas; aunque también le es útil a otras disciplinas

Pero, tal vez uno de sus rasgos más sugerentes es que, al analizar los sistemas taxonómicos, encontramos que dicen mucho de quienes los ponen en práctica, pues las categorías (o los taxones), los rangos, las jerarquías develan la estructura conceptual y cultural que los sostiene.

La taxonomía de la naturaleza

La versión más reciente de la taxonomía biológica, posiblemente nació con Aristóteles. Pero, sobre todo, está inspirada en la taxonomía de Linneo, el Systema Naturae, que dividía a las especies en tres reinos: mineral, animal y vegetal y que proponía categorías complejas que los clasificaban por clases, órdenes, familias, géneros y especies. Este sistema cambió cuando Lamarck propuso, en el siglo XIX, la teoría evolutiva, que Charles Darwin habría de perfeccionar en su conocido libro Origen de las especies, tomando en consideración que es el rasgo genético lo que agrupa a los seres vivos. 

Otras taxonomías del mundo natural

Inevitablemente, la forma de organizar conceptualmente a la naturaleza propuesta por los pensadores occidentales es análoga a la forma en que se organizan también las sociedades, las familias, los gobiernos, la economía y prácticamente cualquier otra institución humana. Pero, como en el mundo hay otras maneras de organizar las ideas, también hay otras taxonomías que no necesariamente adoptan estos principios jerárquicos.

Los mayas de la península de Yucatán, por ejemplo, conocen bien el universo natural que los rodea y saben clasificarlo de acuerdo a criterios análogos a su concepción del mundo. Como se explica en este estudio de la CONABIO, la enorme diversidad de plantas y animales, “se refleja en el detallado conocimiento maya” de la naturaleza que los rodea. Por ejemplo, se tiene registro de una taxonomía maya-yucateca de las plantas Kul, basada en 16 categorías de formas de vida, donde los taxa (plural de taxón) distinguen también criterios simbólicos. Otras taxonomías mayas se generan en torno al valor y usos de los animales para la gastronomía o la ecología del territorio.

Haz tu propia taxonomía doméstica…

Tú puedes diseñar el proceso para realizar la taxonomía de tu hogar; recuerda ser muy consciente de cómo lo haces, porque el diseño hablará mucho más de ti que de los animales y plantas que estudies. 

A continuación, te ofrecemos una serie de instrucciones que podrían ayudarte a poner en marcha el ejercicio. 

  1. Comienza por observar. Dedica los primeros días a reconocer a esos inesperados compañeros de casa: observa las plantas del jardín con detenimiento; a los pájaros que se paran en tu ventana; a los insectos que se meten a tu regadera. 
  2. Haz un reconocimiento general de las especies con las que co-habitas. Ve anotando tus observaciones y trata de notar detalles sobre estos co-inquilinos. ¿Qué comen? ¿Dónde se encuentran? ¿Salen de noche o de día? ¿Se ocultan o se dejan ver? ¿Cómo se relacionan contigo? ¿Te producen molestia, asco o gusto? ¿Te provocan pesadillas o fantasías? ¿Te recuerdan a algo o alguien?
  3. Nombra. Puedes empezar a darles nombre. Tal vez los reconoces por su nomenclatura científica o su nominación cotidiana; pero en tu lengua propia, en tu territorio y casa ¿cómo se llaman?
  4. Registra. Puedes tomarles fotos o dibujarlos o representarlos de alguna manera. Grabar los sonidos que emiten cuando los toca el viento o sus cantos o chirridos.
  5. Diseña la estructura taxonómica: ¿es jerárquica? ¿es relacional? ¿es horizontal o vertical?
  6. Diseña tus taxones o categorías. ¿Cómo se articulan? ¿Cuáles son sus límites? ¿Clasificarlas por regiones? ¿Por el tamaño de la especie? ¿Por hábitos? 
  7. Traza relaciones. Agrupa tus avistamientos por categorías y traza constelaciones entre ellas. Puedes hacerlo en una gráfica o en un mapa de relaciones (sociograma) o en un dibujo o como se te antoje.

Comparte tu taxonomía e intercambia tus saber con otros observadores.

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