Sobre El libro de mi comunidad…

27 | 07 | 2020

Rescatar la sabiduría ancestral sólo es posible a a través de un sentido pleno de colectividad.

“El pasado es un prólogo”, escribió William Shakespeare. A partir de esto, es posible decir que el reconocimiento de dicho pasado —la tradición y la memoria—, es la única manera de honrar nuestro presente, para así construir un futuro. Así, para entender a cabalidad las costumbres y herencias relacionadas con el espacio rural, es necesaria una revisión de la relación entre el hombre y la naturaleza a lo largo del tiempo.

De esta correspondencia, por ejemplo, nació la agricultura, actividad que transita el paso de las estaciones del año y que deriva de la compleja interacción entre la tierra y la atmósfera. Pero la agricultura no solamente implica la producción de alimentos, también se trata de un espacio ritual y, como tal, siempre será una necesidad de los grupos humanos. Con el paso de los siglos, algunos de estos espacios se han ido perdiendo (a diferentes ritmos) o sobreviven solo como recuerdos; pero algunos sobreviven, como tesoros atemporales en un mundo lleno de olvido.

Dichos rituales y tradiciones nos develan el pasado y nos entregan su sabiduría y, a partir de ellos, generamos claves que nos permiten conservar elementos imprescindibles de nuestra cultura; sin ellos, la identidad individual y colectiva se deslavan de generación en generación. Saber de dónde venimos nos permite sobrevivir la incertidumbre del presente.

Con estas nociones como eje, nace El Libro de mi comunidad, una iniciativa de La Vaca Independiente, cuya misión es fomentar, de una manera lúdica y creativa, la transmisión de saberes ancestrales a las nuevas generaciones en comunidades donde, por diferentes razones, la historia ha ido desvaneciendo las prácticas y conocimientos que en algún momento, de manera oral (y natural) eran transmitidas.

El primer número de El Libro de mi comunidad lleva como título La milpa, y es el resultado de la narración de las experiencias de un hombre mayor, a un grupo de niños de su comunidad en Yucatán. En dichas sesiones, Francisco Pacab compartió los conocimientos heredadosde su padre sobre el cultivo y trabajo de la milpa, a la que en su idioma se le conoce delicadamente como kool . Los niños fueron invitados a dibujar cuatro versiones de esta forma de cultivo milenaria: ilustraron su visión de la milpa en el pasado, el presente, el futuro y, finalmente, plasmaron su opinión personal, hecha dibujo, del significado de trabajar la “milpa en familia”.

El resultado de este singular ejercicio es una serie de interpretaciones (plasmadas en un libro) desde la honesta (y sorprendente) mirada infantil que, con la inigualable capacidad de asombro que la distingue, demuestra y recuerda que aún existen maneras de rescatar los tesoros invisibles de nuestro país.

El libro, como objeto, es conmovedor y esperanzador. Cada uno de los elementos que lo componen fueron elaborados a mano: cada texto y dibujo fueron plasmados sobre un papel reciclado hecho por los mismos niños. Su textura, espesor y forma, son un reflejo simbólico de este ejercicio colectivo que, sin lugar a dudas, sembró el interés en los pequeños por su propia historia —uno que implica conocerse y reconocerse, pertenecer y pertenecerse.

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