Magia, mujeres y arte

05 | 07 | 2022

Magia, mujeres y arte, tres palabras que, juntas, platican una historia llena de misterio, dolor y belleza que nos acompaña hasta la fecha.

Pocas palabras tienen la capacidad de, combinadas, contar una parte de la historia de la humanidad –que nos acompaña hasta la fecha–. La magia, las mujeres y el arte han sido conceptos protagónicos de la mitología de múltiples culturas y, así, un pilar dentro de la cosmología de las mismas. Enheduanna, poeta, princesa y sacerdotisa de la antigua ciudad sumeria de Ur (hoy Irak), es considerada la primera escritora de todos los tiempos. Dedicando su tiempo y sus versos a Innana, diosa del amor, la belleza, el sexo, la guerra y la justicia, dejó plasmada unas de las expresiones más antiguas de esta sublime y poderosa relación de tres; no solo presente en el terreno físico, sino también en el ficcional. 

Con la suerte de haber sobrevivido la brutalidad del tiempo, hoy podemos sumergirnos en los poemas épicos de Homero. Entre las páginas de la Odisea, conocemos a Circe, una diosa y hechicera que habita en la isla encantada de Eea, rodeada de leones domados y lobos dóciles. Sus poderes, estrechamente relacionados al mundo natural y a la fuerza creativa, le permiten transformar a los hombres en cerdos y devolverlos a su forma original, una y otra vez. Estos ecos del pasado, tangibles e imaginarios, han encontrado tierras fértiles para hacerse presentes incontables veces. 

El arquetipo de la bruja

Magia, mujeres y arte, es una triada que se ha transformado con el tiempo y ha sido interpretada desde perspectivas distintas. El arquetipo de la bruja es una de sus manifestaciones más emblemáticas, gracias a la cual vivió, quizá, uno de los periodos más oscuros. Podemos encontrar las primeras referencias en textos griegos, hebreos y romanos. El Antiguo Testamento, en el libro del Éxodo 22:18, escrito probablemente alrededor de 560 a.C., dice “no sufrirás a una bruja para vivir”. Este tipo de insumos, como pasa con muchas cosas en el mundo, cobraron vida propia encarnando voluntades humanas susceptibles al miedo que nutre la ignorancia. Fue así como, entre los siglos XVI y XVII en Europa, hubo una persecución esporádica contra brujas y hechiceros, que dejó un saldo de entre 50 y 100 mil personas ejecutadas, siendo 80 por ciento mujeres. 

Esa psicosis colectiva, liderada por personajes como Matthew Hopkings, sin darse cuenta, abrió las puertas a una resistencia matérica y simbólica que vería su cumbre años después en movimientos como el surrealista o el feminista. Y es que esa forma de violencia que puede encontrarse en distintos periodos de la historia, no se puede explicar de otra manera más que con la anulación de las periferias que representan una amenaza al mundo convenido. Como dice Pam Grossman, la bruja, que “es una energía arquetípica de encanto, misterio y de la feminidad divina”, siempre fue divergente. No es de sorprender que el término se volviera un campo de batalla y encontrara en el arte su más enérgica forma de expresión. El trabajo del colectivo setentero Conspiración Terrorista Internacional de las Mujeres del Infierno (W.I.T.C.H., cuyas siglas en inglés significan “bruja”), ilustra el caso perfectamente. Al final, como dice Ray Bradbury, “una bruja nace del hambre genuina que siente por su tiempo”. 

Desde el magnetismo que provoca esta triada –magia, arte y mujeres–, queremos compartir contigo algunas de las más exquisitas representantes de esta fuerza indomable que desafía siempre a la norma.  

Las brujas en el arte

Frida Kahlo 

(Ciudad de México, 6 de julio de 1907- Ciudad de México, 13 de julio de 1954)

Es probable que el acto más puro de magia sea el de la búsqueda interminable de conocerse a una misma. Pocas personas entendieron y cultivaron eso de forma tan sofisticada como Frida Kahlo. Lo podemos ver en sus retratos, sin duda, pero dentro de todos los objetos de los que fue creadora, su diario revela las exploraciones más profundas. Durante los últimos 10 años de su vida, se dedicó a llenar su cuaderno de caligrafía, autorretratos, letras, números, dibujos automáticos, manchas, y símbolos prehispánicos y orientales; como en un impulso imparable de hacer consciente lo inconsciente y encontrar, cada vez, nuevos elementos para narrar su existencia. 

Los momentos más místicos que podemos experimentar, están irrenunciablemente ligados a la intimidad, donde nos entregamos a los misterios del mundo y entendemos que somos también parte de esa fuerza creadora. De esta manera, Frida –en vida y obra– nos hace un recordatorio fundamental: “¿Quién es hoy una bruja?”, preguntarían algunos, “cualquier persona que esté dispuesta a mirarse tal cual es y enunciarse en el mundo desde ese lugar”, nos respondería ella.  

Leonora Carrington 

(Inglaterra, 6 de abril de 1917 – Ciudad de México, 25 de mayo de 2011)

Para Leonora Carrington la magia era un aspecto presente de la vida cotidiana. Creció entre cuentos celtas y del mundo de las hadas, y más adelante encontró naturalmente un interés por las tradiciones esotéricas. Después de eso, le tomó poco tiempo darse cuenta de que, como dice Alan Moor, las palabras “arte” y “magia” son completamente intercambiables. Su versión del tarot es un buen ejemplo de ello. Cuando de esta práctica se trata, no hay acto más alquímico que crear el propio. Sin duda, hacer lecturas de tarot podría representar una elaborada práctica mágica, pero nada como dejarse transmutar por el proceso de diseñar uno –donde las imágenes se revelan–. Leonora pintó su versión de las 22 Arcanas Mayores que contiene la baraja. El resultado: una obra realmente enigmática que apareció por primera vez en una exposición del Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México en 2018. 

Marina Abramović

(Belgrado, Yugoslavia, 30 de noviembre de 1946)

El cuerpo es, por excelencia, un dispositivo mágico. Es el vehículo que permite que exista un diálogo entre el mundo exterior e interior. Dominar ese intercambio es un arte experimental al que Marina Abramović ha dedicado su vida; no por nada se ha autonombrado “la abuela del performance”. Durante su trayectoria, la hemos visto exponer su cuerpo al otro, y usarlo como espejo de las improntas sociales. Ese fue el caso “Rhythm 0”, una de sus piezas más destacada, donde la audiencia disponía de 72 de objetos para usar a modo; éstos incluían desde un perfume y una rosa, hasta unas tijeras y una pistola con una bala. Los últimos momentos del performance se tornaron increíblemente desordenados y violentos. Pero en años más recientes –quizá mediáticamente inaugurado con su pieza de “The artist is present”– Marina mostró algo mucho más revelador: el cuerpo solo se manifiesta por completo cuando está presente. Pocas cosas en el mundo son tan indescifrables como el presente; un momento instantáneo que, sin embargo, nos conecta al infinito. Como diría Patsy Rodenburg, es el único espacio donde podemos experimentar una conexión genuina, justa y equitativa con nosotras mismas y con todos los demás. No podemos afirmarlo, pero ¿no sería ese el acto más grande de magia que podríamos ofrecer hoy al mundo? 

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