¿Qué implica realmente la regeneración ecológica?
Un proceso que debiera incluir no solo la recuperación de los entornos naturales, también la concientización y participación de las comunidades humanas que los habitan.
Pocas cosas son capaces de robarnos el aliento como tratar de concebir el tamaño de nuestro universo. Entre los miles y miles de planetas que el hombre ha alcanzado a vislumbrar en el cosmos, pareciera —hasta el momento— que solo en el nuestro existen las condiciones fisicoquímicas que permiten la existencia de la vida. La Tierra ha sido producto de una serie de grandes coincidencias, y ha sido el hogar de distintas clases de seres vivos desde hace aproximadamente 3,800 millones de años. Tal vez, por todas estas razones, todas las formas de vida de nuestro planeta son tan valiosas —desde una diminuta bacteria hasta la majestuosa ballena azul.
La vida en este singular planeta ha resistido por su sobrevivencia —según algunos registros fósiles que se tienen, la vida ha estado a punto de extinguirse al menos en cinco ocasiones. Esto demuestra que nada es seguro, que la existencia tal y como la conocemos puede cambiar de un instante a otro. Y aunque sobran amenazas fuera y dentro del planeta, hoy en día el principal peligro que enfrenta la vida en la Tierra es el ser humano, una especie que ha tenido gran incidencia en la selección natural, no solo por su capacidad de reproducirse, sino por el desarrollo de sus civilizaciones y sus ciencias.
El hombre ha dejado una huella en el planeta, principalmente, por su uso desmedido de los recursos naturales. Su presencia ha generado la desaparición de especies importantísimas para los ecosistemas, ha arrasado con los mantos acuíferos y ha acelerado un proceso de cambio climático. La FAO estimó la pérdida del 50% de la superficie cosechable total en el mundo para el año 2016. Las principales causas son la sobrepoblación y la demanda de tierras para cultivo, así como la explotación de los recursos forestales sin miras a un futuro sustentable. En los últimos dos siglos, se han perdido más de siete millones de hectáreas. Se trata de una realidad desgarradora que, sin embargo, no debemos ignorar. Por suerte, existen iniciativas científicas, gubernamentales y privadas que están actuando en todo el mundo .
Hoy más que nunca resulta esencial buscar soluciones que nos permitan mejorar nuestra relación con la Tierra, usar nuestro vasto conocimiento científico para restaurar lo que hemos dañado y construir modelos que nos ayuden a crear nuevas narrativas para el futuro. Una de las grandes alternativas que tenemos para lograr esto es la regeneración ecológica —un proceso que no solo implica la restauración de lo que ha sido dañado, sino también la concientización y participación de las sociedades humanas. En otras palabras, si el ser humano no reinventa su manera de habitar el planeta, no hay solución posible.
¿Qué es la regeneración ecológica?
De acuerdo con la Sociedad Internacional para la Restauración Ecológica, el término se define como el acto de “asistir a la recuperación de ecosistemas que han sido degradados, dañados o destruidos”. Así, la regeneración o restauración ecológica implica ayudar a un ecosistema a que vuelva a tener una estructura y función similares a las que tenía antes de ser degradado. Pero no solo eso, incluye también darle al entorno un conjunto de herramientas para que se adapte a las futuras condiciones climáticas. Esto incluye, por supuesto, a los grupos humanos que lo habitan.
Para lograr esto, se usan todos los conocimientos que hay sobre un ecosistema determinado. La restauración consiste, principalmente, en estudiar el conjunto de especies de flora y fauna silvestres que coexisten en un lugar, así como garantizar la reproducción de las especies para continuar el desarrollo y su adaptación a las condiciones climáticas y biológicas de dicho espacio.
Pero ¿cómo se logra?
La regeneración debe tener capacidad de recuperación y ser autosostenible. Para ser parte de ella lo primero que hay que hacer es comprender la naturaleza del problema, distinguir si es local, regional o mundial. Después viene un proceso de documentación sobre la historia del ecosistema en cuestión; es decir, recabar listas de especies y descripciones ecológicas. Para continuar, es necesario evaluar el estado actual del sitio, ver si hay contaminación, explotación, quemas, etcétera. El siguiente paso es informarnos sobre las condiciones climáticas, si ha habido, por ejemplo, sequías o inundaciones, esto determinará si la devastación ha sido responsabilidad del hombre o no.
Una vez que termina el análisis, se elige la zona en la que se va a trabajar y se seleccionan las especies que serán adecuadas para la restauración; hay que garantizar a las nuevas plantas las condiciones para reproducirse exitosamente, de manera que se puedan restaurar las funciones del ecosistema. Se recomienda plantar vegetación nativa, que es el sustento de los animales de la región. Finalmente, hay que monitorear que los objetivos planteados se lleven a cabo.
La regeneración social es parte de la regeneración biológica
En los distintos procesos que implica la regeneración ecológica existe siempre el factor humano. Los grupos y comunidades que habitan un territorio son, en muchos casos, parte del problema y pueden ser, de la misma manera, parte de la solución.
En este sentido, el proceso de restauración de un entorno debe incluir la concientización de quienes lo habitan, dar la información pertinente a quienes viven de un ecosistema en torno a la posibilidad de usar los recursos naturales de una manera responsable: saber que esos recursos deben estar ahí para las generaciones venideras —algo sabido por muchas comunidades indígenas (aquí algunas lecciones de conservación de los pueblos indígenas del mundo).
Por todas estas razones, los procesos de restauración ecológica, idealmente, debieran ser multidisciplinarios e incluir un enfoque sociocultural. El hombre es parte de los ecosistemas; ser consciente de ello, es una parte imprescindible de la solución, cualquiera que sea su naturaleza.
Proyectos que inspiran
Como respuesta a todo esto, se han implementado proyectos de restauración de ecosistemas alrededor del mundo cuyo objetivo es reparar los entornos naturales de la mejor manera posible; favorecer a las especies de flora y fauna que los habitan; proteger sus mantos acuíferos y otros cuerpos de agua; prevenir emisiones de bióxido de carbono en la atmósfera; así como crear conciencia entre quienes viven en dichos ecosistemas y subsisten gracias a ellos.
Gracias a los esfuerzos de individuos, organizaciones y gobiernos se ha restaurado un poco de los ecosistemas perdidos. Para esto se ha requerido un profundo compromiso y el desarrollo de investigaciones biológicas y socioculturales.
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En este sentido, La Vaca Independiente también pone su grano de arena. A través de la Iniciativa Baktún, trabaja por la conservación del patrimonio de las comunidades del sureste de México, específicamente en Yucatán. El objetivo de este proyecto es la preservación de la asombrosa riqueza cultural de esta región, así como la conservación de sus entornos naturales. La meta es generar espacios de diálogo y aprendizaje en las comunidades mayas y, también, favorecer el desarrollo de proyectos para la regeneración económica, social, natural y cultural de la zona yucateca. Asimismo, el proyecto Sal a Pajarear trabaja para celebrar y fomentar la observación y apreciación de aves en estado salvaje en el sureste de México y en el estado de Jalisco: una invitación a las comunidades para acercarse a los pájaros con los que comparten su hogar.