Por qué es tan importante aprender a escuchar a los demás
Escuchar es una habilidad primordial para la convivencia, el desarrollo, la sanación y la evolución colectiva e individual.
Paradójicamente, el acto de escuchar florece en el silencio. Y aunque esto suena obvio, en un mundo con altos niveles de ruido, tanto interior como exterior, escuchar es verdaderamente un reto. Hablamos de la capacidad de realmente recibir el mensaje de otra persona —con el entendimiento, atención, generosidad y compasión que esto implica.
Vivimos en la llamada “era de la comunicación”. Nuestra vida cotidiana transcurre entre teléfonos celulares, chats, mensajes de voz, de texto, correos electrónicos y otras muchas formas de contacto interpersonal que, por su insistencia y exceso, a veces terminan por desconectarnos de los otros, y transformarse en ruido más que en comunicación.
La importancia de escuchar se ejemplifica de manera tajante en la antigua práctica socrática de la mayéutica —“parto de la verdad”— que implicaba diálogos metódicos cuya finalidad era descubrir (recordar) la verdad, a través del diálogo con el otro. Luego, miles de años después, estos mismos principios pero aplicados con otra finalidad, fueron retomados por el psicoanálisis que, visto a grandes rasgos, podría describirse como el acto de dar espacio a los pensamientos y sentimientos íntimos, para luego verbalizarlos: dialogar con nosotros mismos para sanar. Recordar todo esto es fundamental, pues todos los elementos distractores que nos rodean también dificultan el escucharnos a nosotros mismos (una desconexión fundamental a muchos niveles).
No es aventurado decir que una gran parte de los problemas que aquejan al mundo actual son un producto de la incapacidad de escucharnos los unos a los otros. En ese sentido, el desarrollar la capacidad de escuchar tiene posibilidades transformadoras a nivel social y, tal vez, planetario. Finalmente, el escuchar es permitir un intercambio: para ser escuchados, hay que escuchar a los otros. Además, se trata de una práctica que proviene de los orígenes más antiguos de la humanidad en su faceta colectiva: de la antigua tradición de sentarse con los demás miembros de un grupo, la tribu, en un círculo para escuchar y ser escuchados. Somos narradores de historias porque las historias (vistas como intercambio de información) son herramientas clave de la supervivencia.
Escuchar es una habilidad y como tal puede reforzarse y mejorarse. Desde que somos pequeños, nuestros mecanismos de comunicación se llenan de vicios difíciles de identificar. Muchas veces, por ejemplo, al momento de hablar con una persona, en vez de escucharla estamos ocupados pensando en qué vamos a responder, especialmente cuando se trata de una plática argumentativa, una pelea, una discusión o alguna forma de negociación. En ese sentido, existen muchas maneras de escuchar: ¿cómo se escucha a un adversario en un debate? ¿cómo se escucha a la persona de la que se está enamorado? ¿cómo se escucha a alguien que admiramos? ¿cómo escucha una persona sola en medio del bosque, en una noche oscura?
El mero acto de escuchar es un fiel reflejo de nuestro nivel de conciencia, tanto cuando hablamos de escuchar a otros, como a nosotros mismos, y la meditación es una de las herramientas más poderosas que tenemos para hacerlo. El mundo sería distinto si el escuchar, como el escribir, por ejemplo, fuera enseñado a los niños desde una edad temprana. Escuchar implica atención, pero sobre todo intención: la intención de crear silencio dentro de nosotros, para así, recibir el mensaje.