Imagen: El triunfo de la Muerte, Pieter Brueghel el Viejo - Museo del Prado

Cómo sortear una crisis moral según Albert Camus

11 | 04 | 2020

En nuestros días la novela La peste, de Albert Camus, ha cobrado completa vigencia.

Los seres humanos somos animales en busca de respuestas. Ante el advenimiento del infortunio y el momentáneo suspenso del porvenir, nos acogemos a doctrinas, filosofías, religiones, figuras de autoridad y hasta profecías. Dentro de nuestro baúl de respuestas, la literatura también conforma un acervo al que nos acercamos para hallar experiencias similares a las nuestras. En las páginas de los libros podemos encontrar tranquilidad o simpatía, paralelismos o contrariedades, según lo que estemos buscando en ese momento. Quizás debido a eso durante las últimas semanas se ha elevado la demanda de novelas que de una manera u otra abordan un tema relacionado con las epidemias. Entre ellas, una de las más socorridas es La peste, de Albert Camus. Hay que atizar el ojo y acudir a estas obras con cuidado, si nos aproximamos a ellas solo para encontrar los secretos que nos expliquen nuestra realidad, no hay diferencia entre esa actitud y la de quienes se acogen a vaticinios o abren los salterios. No hay que abrazarnos a las obras, hay que indagar en ellas y dialogar con sus autores.

Con ese ánimo, diremos unas palabras sobre La peste, de Camus. La novela narra los hechos imaginarios sucedidos en la ciudad de Orán durante una epidemia de peste en la década de 1940. La historia comprende todo el periodo de la epidemia desde las primeras señales de su surgimiento hasta la liberación de la ciudad y la relativa vuelta a la normalidad. Para construir el hilo conductor de los acontecimientos, el propio Camus recurrió a otras experiencias históricas, como una epidemia de cólera que sucedió en su ciudad natal, Orán, a mediados del siglo xix. Podemos examinar otras de sus fuentes a lo largo de la obra. Por ejemplo, el epígrafe de la novela es una frase de Daniel Defoe, el famoso autor de Robinson Crusoe, quien también escribió una obra sobre una epidemia publicada en 1722: Diario del año de la peste, que narra la peste que asoló Londres en 1665. De la misma manera, en los primeros capítulos el protagonista de la novela, el doctor Bernard Rieux, recuerda los tristes días de la peste bubónica en Constantinopla hacia el año 541, durante el reinado de Justiniano, narrados por Procopio de Cesarea en su crónica Sobre las guerras, hechos que le sirven para explicarse que la calamidad a las puertas de su ciudad es, en efecto, la peste.

Se han hecho numerosas lecturas de la obra y varias interpretaciones confluyen en el señalamiento del interés de Camus por establecer una comparación entre la epidemia imaginaria que él retrata y la expansión del nacionalsocialismo por Europa, particularmente en Francia. De esta manera, la enfermedad que se extiende por todos los barrios, la reclusión y el estado de exilio al que se ven sujetos los habitantes de la ciudad, así como la lucha resignada que sostienen algunos personajes contra la peste, son una alegoría de la Francia de Vichy. Recordemos que el propio autor dirigió una publicación clandestina que combatía la ocupación nazi. Es importante contar con estos antecedentes para lograr una lectura más profunda de la novela y transitar a las comparaciones con nuestro presente con mayor solidez; es decir, para entender nuestro presente a la luz de la novela podemos acudir a la comparación entre los hechos narrados y los sucesos de hoy, pero también tenemos que ir más allá de ellos.

En efecto, en la pandemia que vivimos, como en otras epidemias que han golpeado esporádicamente a pueblos y países a lo largo de la historia, de pronto sobreviene la enfermedad como una explosión que arranca los cuerpos de sus trabajos habituales y los sume en la fiebre y el dolor; las altas tasas de mortalidad pesan sobre los vivos, los afligen y los van extenuando; las autoridades intentan controlar la propagación y emiten edictos excepcionales para controlar la circulación de personas y mercancías; las iglesias se acogen a sus explicaciones teológicas y a sus preceptivas religiosas; aparecen almanaques y otras publicaciones donde se anuncian remedios contra la enfermedad y se vaticinan profecías del final de los tiempos (ahora conocemos este fenómeno como fakenews); en fin, sobre este tipo de comparaciones podríamos escribir un ensayo que resultaría tan interesante como ocioso. Hay que leer las obras pasadas con los ojos de nuestro presente, no leer nuestro presente a la luz de las obras pasadas.

Todas estas vivencias de la crisis son puntos de comparación posibles pero la obra no se agota en ese horizonte porque su intención es otra. En La peste Camus esboza el conflicto moral mayúsculo que todo ser humano que asuma enteramente su libertad experimenta ante el sufrimiento de sus semejantes. Los personajes de Camus no comparecen solo ante la situación excepcional de una enfermedad que azota una ciudad, sino ante la barbarie humana que se propaga y azota al mundo como si fuera una enfermedad. Es en su dimensión de mal social donde Camus ataja el fenómeno y lo transfigura en la metáfora de la obra: la peor epidemia no es biológica sino moral. La pandemia es una lucha del hombre contra el hombre; o bien, un lazo solidario aun en la terrible situación del confinamiento y el aislamiento; del exilio y la separación, para decirlo con Camus. 

La época de Camus fue un periodo de contradicciones insalvables que acaso nos resulten un poco extrañas porque no hemos vivido crisis tan dramáticas en carne propia (dos guerras mundiales, fascismo, totalitarismo, Guerra Fría). Eso es lo que se refleja en su obra; a nosotros nos corresponde hallar las particularidades de nuestro propio horizonte. Quizás la peste moral de nuestra época sea la indiferencia, la indolencia, el bacilo de esta enfermedad reza: “siempre que los problemas de los demás no sean los nuestros no nos conciernen”, pero ahora que surge una crisis global tan categórica comenzamos a hacernos preguntas realmente serias; por lo tanto, lo que para Camus operaba como metáfora para nosotros es un golpe duro de realidad. 

Un día nos despierta la epidemia biológica y al otro la epidemia del miedo, el egoísmo y la ignorancia; sufrimos un golpe doble, pero nuestra respuesta debe darse en esa misma proporción: antes que nada están la defensa de la vida y la protección de los más inocentes, los más vulnerables, por eso encontramos que, como el doctor Rieux, quienes ostentan el liderazgo moral son quienes enfrentan a la enfermedad en los centros de salud. Surge otra vez la pregunta fundamental de Dostoievski: ¿Y si todos fuéramos responsables, por todo, ante todo, y yo más que todos? La respuesta de Camus también es tajante: no hay manera posible de sortear y clausurar definitivamente una crisis moral, el ser humano es en sí mismo una crisis moral que camina o se queda en casa, pero que no se detiene ni se apaga. Las adversidades como las epidemias seguirán surgiendo sin cesar, pero lo que está en nuestras manos es explicarnos los sucesos de acuerdo a nuestras necesidades éticas actuales, con honestidad y sin concesiones, y en consecuencia, esforzarnos por actuar en esa justa medida.

Autor: Salvador Ponce Aguilar

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