Imagen: Sam Fentres-Creative Commons

Una economía sensible y humanista es posible: la economía solidaria

13 | 05 | 2020

En tiempos que ponen a prueba todas nuestras estructuras, florecen formas de vida ancladas en la solidaridad.

Los humanos hemos sobrevivido porque aprendemos, una y otra vez, el arte de estar juntos

Ante situaciones que ponen a prueba nuestras estructuras, fluimos hacia nuevas formas de organización, y frente a coyunturas como la actual pandemia, que nos obliga a distanciarnos, sabemos cultivar esquemas de vida anclados en la solidaridad. Frente al caos, atendemos el llamado interno que nos sugiere permanecer unidos.

Justo en momentos como este, resuena la necesidad de una economía sensible y humanista. Por suerte, se han cultivado ya, y desde hace algún tiempo, diversas alternativas para establecer un intercambio equilibrado y sustentable. 

La economía solidaria no es una propuesta nueva, pero hoy es esencial atenderla

Se trata de un movimiento global que no podría definirse de una sola forma, pues en él confluyen voces muy diversas y se va adaptando en cada región. Su misión es activar prácticas económicas enfocadas en generar bienestar para las personas y para el medio ambiente, es decir, para el entorno tanto natural como social. Quien participa de una economía solidaria, es consciente del impacto que sus acciones tienen sobre otras personas y en la naturaleza. 

Una economía que reconoce los actos de comunidad y bondad

Cooperar, compartir y regalar, son actos que pocas veces consideramos al hablar de economía. Pero existen modelos de economía solidaria, donde estas formas de mejorar la vida de otros se vuelven fundamentales para la co-existencia: la cooperación es el principio de cualquier intercambio y ese valor sustituye la competencia. 

Así, acciones informales como el trueque, los trabajos no remunerados y las labores no lucrativas, siempre son tomadas en cuenta; especialmente si derivan de la solidaridad. Explica Emily Kawano, especialista en el tema, que el trabajo voluntario, el cuidado de niños o adultos mayores, ayudar a un vecino, cuidar de la casa, entre otros, son esfuerzos reconocidos como parte de una economía solidaria.

Inspirada en el “buen vivir” y otros modelos alternativos

En cada sitio se practica una economía solidaria distinta. La idea es que cada quien pueda adaptarla a su contexto. Así, el concepto se va informando de diversos modelos alternativos que nos enseñan a mantener presente la conexión con el entorno y con los otros. 

El “buen vivir” es una de las nociones que inspira a la economía solidaria en Latinoamérica. Originario de los grupos indígenas de los Andes, es definido como:

Cubrir necesidades, logrando una calidad digna de vida y muerte; amar y ser amado; el florecimiento saludable de todos los individuos en paz y armonía con la naturaleza; y lograr una perpetuación de las culturas humanas.

El “buen vivir” se practica en múltiples comunidades indígenas, donde la solidaridad es un principio filosófico; la interconexión entre sujetos y naturaleza posee una dimensión divina, y el consenso es el único camino para articular una vida común.

La posibilidad de tejer una economía solidaria está anclada en actos personales y decisiones cotidianas

Es posible ir tejiendo una economía solidaria en tu vida cotidiana. Hay que dejarse guiar por el instinto de apoyar a quien está cerca y mejorar el entorno inmediato. Consumir local es un primer paso. Pero también se trata de consumir de forma sustentable y buscar siempre que el intercambio sea justo, de manera que el precio considere a todos los implicados en generar un producto. 

El segundo paso es reencontrarse con el vecino, apoyarlo en lo que se pueda; reactivar el trueque; donar lo que ya no necesites y hasta ceder un poco de lo que consideras que te corresponde, con vistas a que alguien que no tiene suficiente pueda estar mejor. Invertir en la comunidad es el principio básico. Por otro lado, cuando viajes o te muevas, trata de considerar a quienes te reciben, prefiriendo alternativas de turismo solidario y ecológico. 

“Eres del lugar donde recoges la basura”, escribió Juan Villoro después del sismo del 19 de septiembre de 2017, y buena razón tenía. Frente a una contingencia y, en general, para enfrentar el mundo que habitamos, más nos vale estar juntos; reconectar con el sentido de pertenencia, y sobre todo ser solidarios.

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