El aguador es el único ser en México que lleva gorra

20 | 05 | 2024

A lo largo de los siglos, la relación de los habitantes de la cuenca del Anáhuac con el agua ha marcado buena parte de su identidad, su cultura, su evolución, su desarrollo y sus problemáticas.

En México, el agua está en el centro de las discusiones tanto políticas como sociales y ambientales. En particular, los problemas de abastecimiento y sanidad del agua en la capital del país se han convertido en un punto focal de atención para sus habitantes. Entre el debate y la preocupación, cabe encontrar nuevas perspectivas de reflexión sobre el tema de abastecimiento y distribución del líquido vital en la Ciudad de México, siendo la histórica y cultural una de las más interesantes. 

El agua ha sido un elemento intrínseco en la historia y evolución de la cuenca del Anáhuac. Hace 500 años, gran parte del territorio de esta cuenca era agua. Los lagos de Chalco y Xochimilco la cubrían al sur, al norte el lago de Zumpango, y el lago Texcoco y el Xaltocan abarcaban el centro. Sin embargo, la abundancia de agua en el Valle de México fue transformándose con los siglos, con el proceso de urbanización de la zona, acompañando cambios físicos en el área y, también, sociales, políticos y culturales. 

El agua está en la génesis de la civilización en la cuenca del Anáhuac, no solo como habilitadora de la vida sino como elemento identitario. La ciudad mexica de Tenochtitlán se erigió sobre el Lago de Texcoco. A partir de entonces, los habitantes de la cuenca han tenido una relación turbulenta con los cuerpos de agua de la zona. Las severas inundaciones provocadas por el desborde de los lagos en temporada de precipitaciones fueron controladas, en un principio, con la construcción de obras de ingeniería como el Albarradón de Nezahualcóyotl en el siglo XV para, posteriormente, en tiempos coloniales, embarcarse en la misión de desagüe de los lagos, debido a que las inundaciones seguían afectando a la población. Durante el porfiriato, se construyó el gran Desagüe del Valle de México, el cual también serviría para la extracción de los desperdicios de la ciudad. 

En cuanto al abastecimiento de agua potable, desde la época colonial y hasta la primera década del siglo XX, existieron pozos y fuentes públicas de suministro. Una de las implicaciones culturales que aquel sistema tuvo en la historia de la ciudad, fue la existencia de un personaje que fue parte básica de la vida social y las escenas cotidianas de la capital y otras ciudades del país: el aguador.

Los aguadores eran aquellos hombres que se encargaban de llevar agua potable para consumo de las familias a los hogares de la ciudad. Estos recogían agua de las fuentes públicas que se surtían de los acueductos más importantes de los centros urbanos. En el caso de la Ciudad de México, un ejemplo de este tipo de fuentes era la de Salto del Agua, que hoy es un importante monumento histórico en el centro de esta ciudad. Los aguadores llenaban de agua sus cántaros de barro, los cuales cargaban con ayuda de cintas de cuero, y recorrían las colonias de la urbe abasteciendo a las viviendas de agua potable. 

En el libro México, Paisajes y Bosquejos Populares de Carl Christian Sartorius, publicado en 1855, el autor describe cómo el aguador era conocido por sus clientes y era visto como una persona de confianza. Los aguadores sostenían conversaciones con quienes trabajaban en los hogares, eran queridos por los niños, y los enamorados les daban cartas para que hicieran las veces de mensajeros. Así, estas figuras acababan por ser poseedoras de información privilegiada sobre las familias habitantes del barrio. El aguador incluso tenía su día oficial, el 3 de mayo, junto con los albañiles, y su propio reglamento, expedido por el gobierno de la Ciudad de México en 1850. 

Era tal la importancia de este personaje, que Claudio Linati, el célebre litógrafo italiano que llegó a México en 1825 y se encargó de retratar la vida cotidiana de la capital del país en su libro Trajes civiles, militares y religiosos de México, publicado en Bélgica en 1828, lo retrató acompañado del siguiente texto: 

Aguador: portador de Agua. Delantal y gorro de cuero. Ollas de barro. Todos los países ofrecen algunas costumbres más o menos inexplicables, ora por su incomodidad, ora por su extrañeza. El aguador de México es uno de los personajes que más impresionan a los ojos del extranjero: apenas se concibe cómo, para llevar 50 libras de agua, no se haya encontrado otro medio que meterla en una olla de barro casi tan pesada como su contenido, cuya forma esferoide concentra su peso en un solo punto.

Esta vasija, que no es suficiente para las necesidades de una familia, y un peso tan incómodo que no puede aumentarse, hacen necesaria una pequeña reserva suplementaria contenida en un cántaro, atado a dos correas cruzadas sobre la cabeza y suspendidas al frente, que sirve de contrapeso a la carga principal; se impide el balanceo de este segundo cántaro por medio del delantal que lo sujeta con un gancho. 

El aguador, amordazado así o encerrado en sus dobles correas, marcha erguido, sin poder permitirse el menor movimiento de cabeza, y lleva el líquido a su cliente. 

Medio real, más o menos seis centavos de Francia, es el precio de su entrega; pero si trabaja toda la jornada, gana de cuatro a cinco francos por día. Las correas que se cruzan sobre su cabeza le impiden llevar sombrero. Por ello, el aguador es el único ser en México que lleva gorra.

 

El oficio de aguador fue desapareciendo conforme el sistema de tuberías se iba instalando en la capital mexicana para otorgar el servicio de agua hacia finales del siglo XIX y principios del XX, cuando se comenzó a pensar en traer agua del río Lerma a la Ciudad de México. Lo anterior resultó necesario debido a que la existencia de pozos de agua, aunado a los trabajos de desagüe anteriormente citados, comenzaron a provocar el hundimiento de la ciudad. 

Así, a lo largo de los siglos, la relación de los habitantes de la cuenca del Anáhuac con el agua ha marcado buena parte de su identidad, su cultura, su evolución, su desarrollo y sus problemáticas. Hoy tenemos un problema severo de abastecimiento de agua en el Valle de México. Los aguadores modernos son las pesadas pipas que llevan el líquido vital a las zonas en donde el agua no llega o no llega limpia. 

Por ello, el propósito de indagar en la historia del agua en la cuenca del Anáhuac va más allá de combatir la ignorancia: la intención es generar conciencia, partiendo desde el punto de vista cultural, histórico e identitario, del valor que tiene el agua, de la importancia que tiene la manera en la que nos relacionamos con ella, tanto a nivel individual como colectivo, y de lo necesario que es tomar acción para cuidarla.



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