La correspondencia entre Frida Kahlo y su mamá
Frida y Matilde sostuvieron una correspondencia en la que narran con toda franqueza la cotidianidad de sus días.
Si juera tinta corriera
si juera papel volara
si juera yo una estampilla,
en este sobre me juera.
—Frida Kahlo
A lo largo de su vida, Frida Kahlo mantuvo una asidua correspondencia con las más diversas personalidades, lo mismo artistas y doctores que amigos y familiares. En el acervo de sus cartas existen notas, cartas de amor, bosquejos de poemas, telegramas y hasta bocetos de pinturas. Los temas aluden a sus viajes, a sus amores y desamores, y hasta alguna que otra de sus penalidades económicas.
Uno de los intercambios epistolares más entrañables que mantuvo fue con su mamá, Matilde Calderón de Kahlo (1874-1932), durante su juventud y en los primeros años de su relación con Diego Rivera. Algunos de estos mensajes datan de la época en que Frida asistía a la preparatoria, en San Ildefonso, entre los cuales hay algunas notas como la siguiente: “Hoy me quedo en la escuela porque Diego Rivera da una conferencia y creo que es de Rusia y yo quiero aprender algo de Rusia […] Mándame 5 c. para barquillo y 5 c. para quesadillas”. En estas cartas trasluce la vida cotidiana de la familia Kahlo.
El que fue su admirado maestro vino a convertirse en su esposo. Posteriormente, al año de haber contraído matrimonio con Diego, la pareja se trasladó a San Francisco debido a los compromisos artísticos que Rivera había contraído en Estados Unidos. Después también viajaron a Nueva York y Detroit. En ese periodo, el intercambio epistolar fue intenso y se prolongó hasta la muerte de su madre.
Frida regaló estas cartas a su doctor de cabecera y amigo, Leo Eloezer, a quien conoció en esa misma época, al llegar a San Francisco. A la muerte del doctor, su secretaria cedió las cartas al National Museum of Women in the Arts de Washington. Las cartas salieron a la luz gracias a las investigaciones emprendidas por Héctor Jaimes, especialista en Literatura y Cultura latinoamericanas.
A continuación, elaboramos un breve muestrario de las cartas de aquella época. En ellas, Frida manifiesta su constante preocupación por el estado de salud de su mamá y la situación económica de su familia, al tiempo que le cuenta a Matilde detalles de su vida y sus tránsitos por Estados Unidos. En una, Friduchita, como la llamaba su madre, incluso le confiesa: “todas las mañanas lo primero que hago es buscar en el buzón a ver si hay carta, y cuando no hay estoy de geta todo el día”. Y luego: “El día que recibo carta tuya vale más que todos los días de fiesta”.
Carta de Frida a su mamá, 10 de noviembre de 1930, San Francisco
En esta carta, Frida le describe a su madre el periplo para llegar a San Francisco desde Guadalajara en ferrocarril. Le explica que en la perla tapatía conoció “todo lo más importante”. Le cuenta sus impresiones de la frontera, Los Ángeles y San Francisco que, según Diego, se parece a Londres. Frida le describe su estado de salud:
Te estoy escribiendo con esta letra tan mala porque estoy acostada, pues, como siempre, tengo algo de inflamación, pero las esposas de los otros artistas se han portado muy bien conmigo. Vino una y me puso una bolsa de agua caliente, y otra me barrió y me limpió toda la casa. Una es francesa y habla español. Se llama Ginette. Y la otra es gringa, pero muy simpática y buena.
Precisamente en esos días conoció al Dr. Eloezer, quien se convertiría en su médico de confianza y además uno de sus mejores amigos:
Hoy a las cinco y media va a venir a verme el Dr. Eloezer, que es el que Diego quiere que me vea para lo de la espina, y seguramente mañana ya estoy bien de la inflamación, y después me voy a inyectar constantemente. El doctor es muy simpático. Ayer lo conocí. Habla el español antiguo muy bien y es muy inteligente. Después te escribiré cómo me va con él.
Frida termina su carta: “Le dices a mi papá que todo lo que te cuento y te escribo a ti es como si se lo contara a él. Que le mando muchísimos besos, que no sea tan corajudo, que se acuerde de mí y que me escriba”.
Carta de Frida a su mamá, 12 de febrero de 1931, San Francisco
Su inquietud por la plástica, así como el tiempo libre del que disponía y quizás en alguna medida la influencia vocacional de su esposo, la condujeron a ocuparse cada vez más de la pintura. En aquellos días Frida le cuenta a su mamá que ha hecho seis cuadros que le han gustado bastante. Por otra parte, Matilde estaba enferma y en sus misivas Frida le transmitía la preocupación que guardaba por su salud: “mi única angustia eres tú, linda, porque ya ves cómo te quiero y no quisiera que sufrieras nada”.
Las dos se preocupaban por el estado de salud de la otra. Frida se expresa con soltura y sin atavismos le cuenta a su madre: “Del pie ya estoy buena y, de la espina, mejor, aunque me canso de todo como siempre, ya no me siento tan agitada como antes y puedo pintar siquiera”. También le recomienda que no pase mucho tiempo solita y que encuentre pasatiempos. En algunos pasajes vemos preocupaciones del tipo más cotidiano debajo de las cuales se asoma el más tierno y sincero amor. Hablando de las distracciones, Frida le escribe a su mamá:
O, si no, un domingo llévate a mi papá a Cuernavaca. Vale dos pesos de ida y dos de vuelta. Pero un carro especial les cuesta diez y puede ir Cristi, la niña y otra gente más. Cristi ya sabe de dónde salen los ómnibus. Pueden ir en la mañana y regresar en la tarde. Dile a Kitty que las lleve González. Yo te mandaré lo del pasaje para que siquiera veas lo que pintó Diego en el Palacio de Cortés.
Cartas de Matilde a su hija, enero de 1932, México
Las cartas de Matilde a su hija son más concretas y acaso no le cuente muchos detalles de su enfermedad por temor a angustiarla, lo cual le da motivos a Frida para monitorear su estado de salud a través de sus cartas con otros miembros de la familia, como sus hermanas. El primer día del año su mamá le escribe:
No sé cuánto daría por tener la dicha de esta carta de ir en su compañía [sic] a donde estás tú para poderte besar y platicar mucho contigo a todo mi gusto, pero espero que ya muy pronto lo haremos así. Ya llegará el tiempo en que sepamos apreciar lo que es estar juntas.
Ocho días después, el 8 de enero, Matilde le cuenta a su hija del parto de Cristina, hija menor del matrimonio Kahlo. Un día antes Matilde había visto muy cansada a Cristina, pero no le dio gran importancia puesto que habían salido a caminar. Sin embargo, a la mañana siguiente su hija le comunicó que iba de salida al sanatorio, lo cual “la hizo sentir muy feo pero no tuvo otro remedio más que aguantarse”:
Así pasé toda la mañana hasta las tres que llamaron por teléfono para comunicarme el nacimiento del niño. Al mismo tiempo, tocaron el zaguán y recibí tu cartita con los retratos. Me puse a llorar de gusto y a platicarte como si te tuviera yo realmente a ti.
En el transcurso de ese mismo año Frida sufre su segundo aborto el 4 julio en Detroit, medio año después del nacimiento de su sobrino. Los dolores físico y psíquico son inconmensurables y Frida comienza a dar cuenta de estos elementos autobiográficos en su obra, como en la pintura Hospital Henry Ford (1932), de la colección del Museo Dolores Olmedo. Hay otra penalidad a la vuelta de la esquina.
Carta de Matilde a su hija, 15 de agosto de 1932, México
En una de sus últimas cartas, Matilde le escribe a Frida sus impresiones después de una llamada telefónica:
Nunca podré explicarte la sensación tan grande que sentí al oír tu voz tan clara y tan bien que parecía que estabas a mi lado. Daba yo gracias a Dios y al hombre que descubrió el poder hablar a tan larga distancia. Todo lo que yo te diga es poco a la sensación que por primera vez en mi vida había yo sentido. Ese mismo día y a la misma hora me llegaron los retratos de ustedes. Por supuesto que todos querían uno de ellos y tuve que darles unos.
En esas fechas, a Frida le comunican que la salud de su mamá se ha deteriorado, motivo por el que la artista regresa a México de emergencia. Matilde muere el 15 de septiembre de 1932, pero su intercambio epistolar con su Friduchita, su niña encantadora, vive y es parte del legado de la familia Kahlo. Madre e hija se escribieron para compartirse mutuamente, porque se extrañaban, pero sus voces quedaron para la posteridad.
Google Arts & Culture expone íntegramente algunas de estas cartas en su muestra virtual dedicada al tema: “Mamacita Linda: cartas entre Frida Kahlo y su madre”.
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