La jarra flexible y la cubeta rígida. Un caso de familia
Los envases de plásticos flexibles reciclables aún tienen un reto para integrarse del todo a la sostenibilidad económica, sobre todo por hábitos de los consumidores, no poder reutilizarse y las pocas facilidades para reciclarse.
En mi familia, consumimos un yogurt natural hecho con leche de vacas de libre pastoreo. Normalmente lo compramos en una cadena de supermercados que vende mucha cantidad de producto a un menor precio que en otras tiendas de menudeo. Hasta hace poco, este yogurt se vendía en una cubeta de plástico rígido de cuatro kilogramos que siempre reutilizamos acabado el producto, ya que es de buen tamaño para guardar o llevar desde otros alimentos hasta objetos diversos.
De la gente que conozco y consume el mismo yogurt, nadie tira a la basura esas cubetas por lo útiles que pueden ser. Incluso, entre este grupo de conocidos, hemos llegado a compartir las cubetas si sobrara alguna. Pero, tirarlas a la basura, nunca. Antes nos las arrebatamos. En esas cubetas, que originalmente contenían yogurt, conservamos harinas, azúcar, sal, miel, comida preparada, buena tierra para sembrar, piezas de Lego, hilos, lana, jabón en polvo, cables y un sinfín de cosas más.
De hecho, como sucede en el viejo cuento “La tetera” de Andersen —un relato que hoy día podría leerse con enfoque ecológico—, la misma cubeta nos ha servido de maceta para plantas y flores. Y también funciona como bebedero de animales domésticos. En fin, tiene mil y un reúsos.
La desaparición de la cubeta de yogurt
Un día cualquiera, la mencionada cubeta de yogurt desapareció repentinamente de los refrigeradores de los supermercados, sustituida por un maleable paquete de astronauta parecido a una jarra con pitón y asa. Más adelante, me enteré de que este moderno envase es de plástico flexible reciclable. Muy bien, pensé, si es para cuidar el planeta, qué mejor, y aplausos a esta empresa por su conciencia ambiental.
La primera vez que vi mi yogurt favorito en ese envase de plástico flexible, quedé sorprendido por su radical transformación y vanguardismo. Además, en su presentación grande, en lugar de la cubeta de yogurt de cuatro kilogramos, es una compacta caja de cartón que contiene cuatro envases de plástico flexible con un kilogramo de yogurt cada uno. Bueno, me dije, la forma ha cambiado, pero no el contenido: me lo llevo. Sin embargo, ¿no genera este nuevo paquete más basura que la clásica cubeta?
Ya en casa, nos dimos cuenta de que abrir y usar este nuevo envase de plástico flexible no es, valga la redundancia, tan flexible; al menos así nos pareció las primeras veces que en mi familia intentamos servirnos el yogurt. Es indispensable atender con mucha atención las instrucciones de uso; si no, una de dos: podría suceder un derrame y desperdicio del sabroso líquido espeso o no lograr sacar casi nada del paquete. O, en el peor de los casos, una explosión del paquete por mal manejo.
No obstante, por más cuidado que tuviéramos para servirnos el yogurt, no nos parecía práctico como lo es el simple movimiento de servirse de una cubeta con un cucharón. Este innovador paquete con yogurt me hacía sentir que estaba exprimiendo un tubo gigante de pasta dental, pero más complicado. Y el resto de yogurt que quedaba en el pitón iba formando una costra amarillenta que más valía limpiar porque se tapona o puede ser un nido de bacterias.
Para colmo, finalizado el yogurt, el paquete iba a dar directo al bote de basura, porque en el barrio donde vivimos los recolectores de basura no aceptan llevarse ese envase junto con los plásticos rígidos PET que separamos.
Cruce de cartas con la empresa fabricante del yogurt
Escribí a un número de WhatsApp indicado en el paquete del yogurt favorito de mi familia a la empresa que lo fabrica, para manifestar mi queja ante la nueva presentación de este producto. Además de los inconvenientes de ese envase, en mi mensaje manifesté las ventajas de la cubeta extinta. A ver si me responden, dudé al enviar este mensaje.
Poco después, obtuve una respuesta, también vía WhatsApp, del fabricante del yogurt en la que, además de agradecerme mi preferencia por su producto y que me haya puesto en contacto, me solicitó mi nombre y mi correo electrónico, ya que el “área de calidad” (sic) me respondería.
Así, luego recibí en mi correo electrónico —de parte de una representante del departamento de Desarrollo de Producto de la empresa que fabrica dicho yogurt— una carta personal, larga e ilustrativa acerca de las ventajas, tanto de funcionalidad como ecológicas, de su nuevo envase. Carta que, además de una clara descripción de dicho paquete, incluye un anexo con información, gráficas y estadísticas de diferentes tipos de plásticos utilizados para empacar alimentos.
Quedé sorprendido ante esa carta, sobre todo porque se generó un diálogo necesario entre comprador y vendedor. Pocas veces se da una iniciativa de conversación entre ambas partes en una sociedad de mercado como la que tenemos; esto rara vez importa. Considero que, hoy día, para bien de un producto, de la gente y del planeta, es crucial garantizar una mejor comunicación y reciprocidad entre las marcas y los consumidores.
No me extenderé aquí con el cordial, detallado y claro instructivo que me dio esa persona para utilizar y aprovechar lo mejor posible el novedoso envase de yogurt. Sin embargo, a continuación resumiré las ventajas, sobre todo ecológicas, que esta empresa —la cual, con su carta, me ha convencido de su compromiso con el cuidado del medio ambiente— considera respecto a su producto empacado en plástico flexible.
Ventajas de un envase hecho de plástico flexible según una empresa de lácteos
- No es un envase de plástico cualquiera, detrás hay tecnología y diseño de punta con el objetivo de reducir el impacto ambiental, así como para cubrir necesidades de sanidad y resistencia que requiere el producto, y proporcionar al usuario un paquete funcional desde su almacenamiento (ocupa menos espacio) hasta su uso.
- Para su fabricación, el envase de plástico flexible requiere mucho menos plástico que los envases tradicionales, como la cubeta mencionada. Es decir, se utiliza un 75% menos de material plástico virgen.
- Cuando usamos envases más ligeros, como el de plástico flexible, se reduce la extracción de materiales vírgenes y el uso de energía y materiales a lo largo de toda la cadena de suministro.
- Si se logra activar la economía circular en México, las cubetas que necesitamos las podemos adquirir elaboradas con plásticos reciclados no aptos para alimentos.
- Los envases de plástico flexible utilizados pueden almacenarse en un espacio pequeño, para luego llevarse a reciclar cuando se junten muchos envases. No obstante, en México, aún es complicado encontrar centros de reciclaje donde reciban paquetes de plásticos flexibles usados.
- Es un recipiente novedoso que está marcando tendencia en otros países como Brasil, Dinamarca, Estados Unidos, Suecia y del centro de Europa, en donde, tanto consumidores como empresas, realmente tienen un compromiso con el medio ambiente. En México, no podemos quedarnos atrás en este aspecto; de hecho, en este país cada vez hay más gente consciente que se suma al esfuerzo que requiere nuestro planeta para cuidarlo.
- Existen diferentes tipos de plásticos que se pueden reciclar. Esta empresa de yogurt ha elegido el flexible por las virtudes señaladas que ofrece en comparación con los otros. En un futuro, no se cierra a cambiar nuevamente por algún otro material que sea todavía mejor; pero, por hoy, es con lo que cuenta para reciclar más y unirse a la protección del medio ambiente.
- Esta empresa y otras buscan que organizaciones como ECOCE emitan un certificado que, junto con el icono de reciclaje que viene en la base del envase, quede más claro que el plástico flexible es un material que se puede reciclar aun siendo un material compuesto.
Un reto para el plástico flexible
Pese a las dificultades que en un principio nos ocasionó el nuevo empaque de plástico flexible de este yogurt, en mi familia lo seguimos consumiendo porque nos gusta y nutre. Asimismo, nos hemos ido familiarizando —recordemos que los seres humanos somos también animales de costumbre— con este novedoso paquete, y también nos motiva que sea una iniciativa más para ayudar al cuidado del planeta.
Con la excelente respuesta de la empresa del yogurt a mi queja por su novedoso paquete, también recordé una lejana clase de Mercadotecnia en la que se decía que la prioridad de esta metodología es convencer al consumidor incluso de comprar algo que en realidad no le sirve de mucho o de nada. Pero, por fortuna, los tiempos también cambian para mejor: hoy día, como el caso que he presentado aquí, puede lograrse un vínculo entre vendedor y comprador para beneficio de todas las partes, incluido el planeta Tierra.
El plástico flexible tiene un reto en México: superar prejuicios y hábitos de la gente, pero, sobre todo, lograr que realmente pueda aprovecharse después de utilizarse en su forma original, como lo ha sido una buena cubeta de plástico rígido, que, debo decirlo, al día de hoy, por reutilizable y practicidad, aún la prefiero que la llamativa y novedosa jarrita de plástico flexible.