Lecciones que El principito tiene para todos nosotros
El clásico infantil es también una fuente de sabiduría atemporal para todas las edades.
El pequeño príncipe (Le Petit Prince) se publicó en 1943 y es uno de los libros más traducidos y vendidos de la historia. Su autor, un piloto de nombre Antoine de Saint-Exupéry, no solamente escribió un libro imprescindible para un público infantil, sino también un compendio de sabiduría que apela a personas de cualquier edad, un texto que trasciende su género y se ha convertido, con el paso del tiempo, en un encantador almanaque de pequeñas lecciones para la vida.
La trama de la pequeña novela es hermosamente sencilla: el narrador, un piloto cuyo avión cayó en el desierto del Sahara, se encuentra ahí, en medio de la nada, a un niño, el pequeño príncipe. Durante los días que pasa varado en el desierto, el niño lo acompaña y le narra su viaje por el espacio y le habla sobre los planetas y personajes que conoció (muchos de ellos adultos de mente cerrada). A través de sus historias y de forma inadvertida, el niño regala enseñanzas al piloto sobre la amistad, la soledad, la pérdida y otras cuestiones en torno a la naturaleza del ser humano y su mundo interior.
Tiempo y cuidado
Cuando el pequeño príncipe describe al piloto su hogar, un pequeño asteroide de nombre B-612, le cuenta que en este hay tres pequeños volcanes —dos activos y uno extinto—, y que ahí crecen hierbas y otras plantas como los baobabs, árboles que él tiene que remover antes de que crezcan demasiado, para que estos no invadan el pequeño planeta. Pero existe una planta en el asteroide que el niño atesora y cuida como ninguna otra, una rosa que demanda su atención constantemente. “Fue el tiempo que pasaste con tu rosa lo que la hizo tan importante”, escribe Saint-Exupéry en voz de un pequeño zorro que más adelante conocerá el niño. Se trata de una gran lección: aquello a lo que hemos invertido más cuidado, tiempo y atención es lo que más valioso nos resulta.
De la misma manera, cuando el piloto da agua al príncipe, describe el líquido vital como algo más; el agua es el agua y es, también, todos los esfuerzos que se hicieron para que esta llegara hasta ahí. “Levanté el balde hasta sus labios. Bebió con los ojos cerrados. Todo era agradable como una fiesta. Esa agua era más que un simple alimento. Había nacido de la caminata bajo las estrellas, del canto de la polea, del esfuerzo de mis brazos. Era buena para el corazón, como un regalo”.
La importancia de la amistad
Esta lección, probablemente la más evidente de las contenidas en El principito, emerge de la relación entre los dos personajes principales, un adulto y un niño, diferentes entre sí y provenientes de planetas distintos, pero que comparten días durante los cuales intercambian lecciones invaluables y se salvan la vida mutuamente. Las amistades más valiosas siempre serán aquellas en las que el otro nos permite aprender de nosotros mismos, nos escucha, nos guía y nos cuida de manera incondicional, sin esperar nada a cambio.
Cuidar nuestro hogar
“Es una cuestión de disciplina, lo primero a la mañana es cuidar de ti mismo. Al levantarte te lavas la cara y cepillas tus dientes, ¿no? Bueno, la segunda cosa que debes hacer es cuidar de tu planeta”, explica el pequeño príncipe hacia el principio del libro, refiriéndose a los cuidados que él da a su pequeño asteroide. La lección es hermosa y hoy es más importante que nunca. Cuidar el espacio que habitamos, nuestro mundo, nuestros entornos y todo lo que ahí vive, es cuidarnos a nosotros mismos.
Los niños y los adultos
La novela de Saint-Exupéry comienza hablando de la diferencia entre los niños y los adultos. De varias maneras y a lo largo de toda la novela, el autor describe a estos últimos como personas que, con el tiempo, han dejado de notar las cosas importantes de la vida y pierden la flexibilidad mental, esa que a veces se traduce en la creatividad y la capacidad de imaginación.
El ejemplo que utiliza el autor es el famoso dibujo de una boa que se ha comido un elefante. Todos los adultos encuentran en el contorno un sombrero, sin poder concebir que esa silueta puede ser algo más. La incapacidad de imaginar y de cambiar es también retratada en los seis personajes, habitantes de seis distintos planetas, que el pequeño príncipe encuentra en sus travesías antes de llegar a la Tierra: todos ellos hombres frustrados y de mente estrecha.
“Todas las personas mayores fueron al principio niños, aunque pocas de ellas lo recuerdan”, escribe Saint-Exupéry, en una invitación manifiesta a mantenernos flexibles e imaginativos durante toda la vida.
Los ojos y el corazón
Antes de encontrarse con el piloto en el desierto, el pequeño príncipe conoce a un zorro. El niño y el animal sostienen una larga conversación durante la cual el primero describe su pequeño planeta y la rosa que lo habita. El zorro le explica que a pesar de que existen muchas rosas en el universo, la suya es especial precisamente porque es suya y la ha cuidado. Pero otra de las grandes lecciones que el zorro regala al pequeño es que las cosas importantes de la vida pueden verse con el corazón y no con los ojos.
“Como el principito se dormía, lo tomé en mis brazos y seguí el viaje. Estaba conmovido. Me parecía llevar un frágil tesoro. Me parecía incluso que no había nada más frágil sobre la Tierra. Miraba a la luz de la luna esa frente pálida, esos ojos cerrados, esos mechones de pelo que ondeaban al viento, y me decía: lo que veo no es más que una cáscara. Lo más importante es invisible…”, narra el piloto, en otro segmento que nos recuerda que una buena parte de lo más valioso de la vida puede ser percibido sin ser visto.
Las estrellas
“Las estrellas significan cosas diferentes para diferentes personas. A los viajeros, las estrellas les indican dónde están y hacia dónde se dirigen. Para otros, son solo pequeñas luces en el cielo. Para los eruditos, son el mundo de lo desconocido, aún por descubrir y comprender. Para un empresario, son oro. Pero todas las estrellas permanecen en silencio. ¿Y tú? Nadie más en el mundo verá las estrellas como tú”.
Finalmente, el papel que juegan las estrellas, el espacio exterior y los planetas en El principito es esencial. Las estrellas son los astros mismos y, también, todo lo que nosotros podemos leer en ellos —y si miramos con cuidado, las lecciones que pueden darnos son incontables.