Poemas ante la confusión y la incertidumbre (1/3)

08 | 06 | 2020

Una selección de piezas para acercarnos a la poesía, en estos momentos de aislamiento.

Desde tiempos inmemoriales, los seres humanos tenemos la imperiosa necesidad de explicarnos tanto el misterio que nos rodea como el de nuestro propio interior; de encontrar camino en la búsqueda infinita de respuestas. Y el arte, en sus diferentes manifestaciones (literatura, pintura, música, danza, escultura, arquitectura, cine), ha sido siempre brújula humana y bella en periodos confusos, como el que ahora atravesamos por la crisis mundial del coronavirus.  

Por lo mismo, el extraño momento asincrónico que vivimos en la actualidad, el embotellamiento de la vida cotidiana y la reclusión en casa debido a la pandemia, son una oportunidad para leer poesía, que puede darnos luz, humanidad y diálogo, así como conmovernos en contraparte de tanta información abrumadora que sólo abona nuestra incertidumbre, confusión y miedo. La poesía también puede funcionar como antídoto contra un ambiente desolador o el banal paisaje que damos por sentado cada día. Al despertar los sentidos, la belleza —la poesía— también despierta el pensamiento y el espíritu; es “un abrazo invisible” (John O’Donohue).

A continuación, una selección de 15 poemas ante la incertidumbre (en 3 entregas):

Poema 1

“Cuando escuché al astrónomo experto”, Walt Whitman

Cuando escuché al astrónomo experto,

cuando las pruebas y los números se ordenaron en columnas ante mí,

cuando me mostraron las gráficas y los diagramas, para sumarlos, dividirlos y medirlos,

cuando, yo sentado, escuché al astrónomo leer y suscitar muchos aplausos en la sala de conferencias,

¡qué pronto, inexplicablemente, me harté!,

hasta levantarme e irme, vagando a solas,

en el húmedo aire místico de la noche, y así, de tanto en tanto,

contemplaba en perfecto silencio a las estrellas.   

Poema 2

“Hastío”, de Antonio Machado

Pasan las horas de hastío
por la estancia familiar
el amplio cuarto sombrío
donde yo empecé a soñar.
Del reloj arrinconado,
que en la penumbra clarea,
el tictac acompasado
odiosamente golpea.
Dice la monotonía
del agua clara al caer:
un día es como otro día;
hoy es lo mismo que ayer.
Cae la tarde. El viento agita
el parque mustio y dorado…
¡Qué largamente ha llorado
toda la fronda marchita!

Poema 3 

“Ciudad cero”, Ángel González

Una revolución.
Luego una guerra.
En aquellos dos años que eran
la quinta parte de toda mi vida,
ya había experimentado sensaciones distintas.
Imaginé más tarde
lo que es la lucha en calidad de hombre.
Pero como tal niño,
la guerra, para mí, era tan sólo:
suspensión de las clases escolares,
Isabelita en bragas en el sótano,
cementerios de coches, pisos
abandonados, hambre indefinible,
sangre descubierta
en la tierra o las losas de la calle,
un terror que duraba
lo que el frágil rumor de los cristales
después de la explosión,
y el casi incomprensible
dolor de los adultos,
sus lágrimas, su miedo,
su ira sofocada,
que, por algún resquicio,
entraban en mi alma
para desvanecerse luego, pronto,
ante uno de los muchos
prodigios cotidianos: el hallazgo
de una bala aún caliente,
el incendio
de un edificio próximo,
los restos de un saqueo
papeles y retratos
en medio de la calle…
Todo pasó,
todo es borroso ahora, todo
menos eso que apenas percibía
en aquel tiempo
y que, años más tarde,
resurgió en mi interior, ya para siempre:
este miedo difuso,
esta ira repentina,
estas imprevisibles
y verdaderas ganas de llorar.

Poema 4

 “Defensa de la alegría”, Mario Benedetti

Defender la alegría como una trinchera
defenderla del escándalo y la rutina
de la miseria y los miserables
de las ausencias transitorias
y las definitivas

defender la alegría como un principio
defenderla del pasmo y las pesadillas
de los neutrales y de los neutrones
de las dulces infamias
y los graves diagnósticos

defender la alegría como una bandera
defenderla del rayo y la melancolía
de los ingenuos y de los canallas
de la retórica y los paros cardiacos
de las endemias y las academias

defender la alegría como un destino
defenderla del fuego y de los bomberos
de los suicidas y los homicidas
de las vacaciones y del agobio
de la obligación de estar alegres

defender la alegría como una certeza
defenderla del óxido y la roña
de la famosa pátina del tiempo
del relente y del oportunismo
de los proxenetas de la risa

defender la alegría como un derecho
defenderla de dios y del invierno
de las mayúsculas y de la muerte
de los apellidos y las lástimas
del azar

y también de la alegría

Para leer la segunda parte de esta colección de poemas, sigue este enlace.

Para leer la tercera parte de esta colección de poemas, sigue este enlace.

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