Poemas ante la confusión y la incertidumbre (2/3)

15 | 06 | 2020

Una selección de piezas para acercarnos a la poesía, en estos momentos de aislamiento.

Desde tiempos inmemoriales, los seres humanos tenemos la imperiosa necesidad de explicarnos tanto el misterio que nos rodea como el de nuestro propio interior; de encontrar camino en la búsqueda infinita de respuestas. Y el arte, en sus diferentes manifestaciones (literatura, pintura, música, danza, escultura, arquitectura, cine), ha sido siempre brújula humana y bella en periodos confusos, como el que ahora atravesamos por la crisis mundial del coronavirus.  

Por lo mismo, el extraño momento asincrónico que vivimos en la actualidad, el embotellamiento de la vida cotidiana y la reclusión en casa debido a la pandemia, son una oportunidad para leer poesía, que puede darnos luz, humanidad y diálogo, así como conmovernos en contraparte de tanta información abrumadora que sólo abona nuestra incertidumbre, confusión y miedo. La poesía también puede funcionar como antídoto contra un ambiente desolador o el banal paisaje que damos por sentado cada día. Al despertar los sentidos, la belleza —la poesía— también despierta el pensamiento y el espíritu; es “un abrazo invisible” (John O’Donohue).

A continuación, una selección de 15 poemas ante la incertidumbre (en 3 entregas):

Poema 5

“Preguntas a la hora del té”, Nicanor Parra

Este señor desvaído parece
Una figura de un museo de cera;
Mira a través de los visillos rotos:
Qué vale más, ¿el oro o la belleza?,
¿Vale más el arroyo que se mueve
O la chépica fija a la ribera?
A lo lejos se oye una campana
Que abre una herida más, o que la cierra:
¿Es más real el agua de la fuente
O la muchacha que se mira en ella?
No se sabe, la gente se lo pasa
Construyendo castillos en la arena.
¿Es superior el vaso transparente
A la mano del hombre que lo crea?
Se respira una atmósfera cansada
De ceniza, de humo, de tristeza:
Lo que se vio una vez ya no se vuelve
A ver igual, dicen las hojas secas.
Hora del té, tostadas, margarina.
Todo envuelto en una especie de niebla.

Poema 6

 “Ítaca”, Constantino Cavafis

Cuando emprendas tu viaje a Ítaca,
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al fiero Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.

Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues, con qué placer y alegría,

a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y adquiere hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes deliciosos y variados,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades de Egipto
y con avidez aprende de sus sabios.

Ten siempre a Ítaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin esperar a que Ítaca te enriquezca.

Ítaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.

Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las ítacas.

Poema 7

 “Mujer joven en una ventana”, William Carlos William

Sentada

con lágrimas

en la mejilla,

la mejilla

en la mano,

el niño

en el regazo

aplastando

la nariz

contra el cristal

Poema 8

 “Qué feliz es la pequeña piedra”, Emily Dickinson

Qué feliz es la pequeña piedra

que divaga sola en el camino,

y no le importan las carreras,

y las exigencias nunca teme;

cuya capa café

un universo transitorio se la puso;

e independiente como el sol,

se asocia o brilla sola,

cumpliendo el decreto absoluto

con casual simplicidad.

Poema 9

 “El cerebro es más amplio que el cielo”, Emily Dickinson

El cerebro es más amplio que el cielo,

colócalos juntos,

contendrá el uno al otro,

holgadamente, y tú también.

El cerebro es más hondo que el mar,

retenlos, azul con azul,

absorberá uno al otro,

como la esponja a la cubeta.

El cerebro es justo el mismo peso de Dios,

levántalos, pésalos libra por libra,

y se diferenciarán, si acaso pueden diferenciarse,

como la sílaba del sonido.

Poema 10

 “La verdad es tan antigua como Dios”, Emily Dickinson   

La verdad es tan antigua como Dios,

su identidad gemela.

Y perdurará tanto como Él,

una coeternidad,

y muere en el día

que Él es llevado

de la mansión del universo,

una Deidad sin vida.

Para leer la primera parte de esta colección de poemas, sigue este enlace.

Para leer la tercera parte de esta colección de poemas, sigue este enlace.

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