Vínculos que crecen: crianza positiva y escuela

por: Azucena Patiño Álvarez

08 | 09 | 2025

El futuro de los niños es siempre hoy,
mañana será tarde.

Vivimos en un mundo atravesado por múltiples desafíos: el acelerado avance tecnológico, la sobreexposición a las redes sociales, los riesgos contra la biodiversidad y al planeta que habitamos, la creciente fragmentación de los vínculos comunitarios, entre otros. En este escenario, niñas, niños y adolescentes atraviesan desafíos emocionales, sociales y cognitivos que demandan un acompañamiento más consciente por parte de las familias y sus comunidades educativas. Así, la crianza positiva surge como una respuesta urgente: un enfoque que pone en el centro la dignidad, el respeto y el derecho de cada niño y niña a desarrollarse en un entorno de cuidado, protección y afecto. Este enfoque se centra en fomentar un ambiente seguro, amoroso y respetuoso para que las infancias crezcan y se desarrollen de manera saludable.

La crianza positiva encuentra sus bases en el pensamiento del psicólogo austriaco Alfred Adler —discípulo de Sigmund Freud—, quien señaló que la personalidad se construye a partir de las experiencias tempranas, especialmente dentro del entorno familiar. Adler destacó que la manera en que los niños y niñas se relacionan con su familia y con la sociedad influye de manera decisiva en la formación del carácter. Posteriormente, su discípulo Rudolf Dreikurs trasladó estas ideas al ámbito educativo, subrayando la importancia del sentido de pertenencia en el comportamiento infantil y proponiendo estrategias basadas en el respeto mutuo y la cooperación. Más adelante, autoras como Jane Nelsen desarrollaron la disciplina positiva, un enfoque que traduce estos principios en herramientas prácticas para la vida familiar y escolar. A ello se suman las aportaciones de las neurociencias, con especialistas como Daniel Siegel y Tina Payne Bryson, quienes han demostrado que el acompañamiento emocional y la capacidad de regulación del adulto son factores clave para el desarrollo cerebral saludable de niñas y niños. En conjunto, estos fundamentos constituyen el pilar de la crianza positiva, que busca formar entornos afectivos, respetuosos y orientados al desarrollo integral.

Al aplicar sus principios, padres, madres y cuidadores pueden ayudar a desarrollar infancias con una autoestima positiva, más resilientes y con relaciones saludables.

Algunos de los principios de la crianza positiva son:

  1. Vínculo afectivo y apego seguro
    La base de la crianza positiva es establecer una relación cercana, cálida y respetuosa entre madres, padres, cuidadores y sus hijos e hijas. El afecto constante, la seguridad emocional y la disponibilidad del adulto permiten que niñas, niños y adolescentes se sientan protegidos, valorados y capaces de explorar el mundo con confianza.

  2. Disciplina positiva y establecimiento de límites claros
    La crianza positiva no evita los límites, pero los plantea desde el respeto y la coherencia. Implica reglas claras, consistentes y adecuadas a la edad, acompañadas de explicaciones que ayuden a comprender el porqué de las normas, evitando el castigo físico o humillante.

  3. Comunicación empática y escucha activa
    El diálogo abierto es central: se fomenta la expresión de emociones, ideas y opiniones de las y los hijos. La escucha atenta, sin juicios, ayuda a construir confianza, enseña habilidades de resolución de conflictos y promueve relaciones familiares más equitativas.

  4. Promoción de la autonomía y la participación
    Desde la primera infancia, se invita a niñas, niños y adolescentes a tomar decisiones acordes a su desarrollo. Respetar su capacidad de elegir y participar en la vida familiar fortalece su autoestima, responsabilidad y sentido de pertenencia.

  5. Modelo de cuidado, respeto y coherencia
    Los adultos son referentes vivos: las actitudes y formas de relacionarse que muestran son aprendidas e imitadas por las hijas e hijos. Practicar la autorregulación emocional, el respeto y la empatía es una manera de enseñar con el ejemplo, favoreciendo que estas conductas se repliquen en la vida cotidiana.

Impacto de la crianza positiva

Las investigaciones y experiencias comunitarias muestran que las prácticas de crianza positiva generan efectos profundos y duraderos: fortalecen el apego seguro, incrementan la autoestima y las habilidades socioemocionales, previenen la violencia y mejoran la convivencia familiar. Además, potencian la capacidad de niñas, niños y adolescentes para aprender, autorregularse y relacionarse de forma respetuosa con los demás.

Al practicar la crianza positiva, las madres, padres y cuidadores no solo apoyan el bienestar presente de sus hijos e hijas, sino que siembran las bases de una sociedad más empática y resiliente. Cada gesto de escucha activa, cada espacio de diálogo y cada acompañamiento respetuoso contribuye a la construcción de comunidades más pacíficas y solidarias.

Espacios familiares en centros educativos

Los centros educativos tienen un papel clave en la promoción de la crianza positiva. Al abrir espacios de encuentro con familiares, se convierten en lugares donde madres, padres y cuidadores pueden reflexionar sobre sus prácticas, compartir experiencias, aprender nuevas herramientas y fortalecer redes de apoyo mutuo. Estos espacios, más allá de transmitir información, crean comunidades donde los aprendizajes en torno a la crianza son un proceso colectivo, atravesado por la cultura, la historia personal y las condiciones sociales.

En estos encuentros, el diálogo permite resignificar experiencias, cuestionar patrones heredados y explorar alternativas más saludables de convivencia. Así, la escuela trasciende su rol tradicional y se convierte en un espacio de mediación entre familia, comunidad y sociedad.

Mediación pedagógica y crianza positiva

La mediación pedagógica aporta un enfoque único a estos espacios familiares. No se trata de dar recetas ni de imponer modelos, sino de acompañar con sensibilidad, intención y respeto los procesos de reflexión y transformación. El mediador o la mediadora facilita la construcción colectiva de conocimiento, propicia el diálogo y fomenta el pensamiento crítico, utilizando vehículos de mediación —como historias, imágenes, experiencias o materiales artísticos— para detonar la conversación.

Este enfoque refuerza la crianza positiva al invitar a las familias a observar, escuchar y dialogar con apertura. La mediación les brinda la oportunidad de reconocer sus propios recursos, descubrir nuevas formas de relación y practicar la empatía en un espacio seguro y compartido. De esta manera, cada sesión se convierte en un laboratorio de vínculos saludables que luego pueden replicarse en casa y en la comunidad.

En tiempos de cambio y complejidad, la crianza positiva no es solo una alternativa, sino una necesidad. Su práctica contribuye al bienestar individual y colectivo, formando generaciones capaces de vivir en paz, con respeto y responsabilidad. Al integrarla en los espacios familiares dentro de los centros educativos, y al fortalecerla mediante la mediación pedagógica, se abre la posibilidad de transformar la convivencia cotidiana en una experiencia de crecimiento compartido entre escuela y familias.

Si quieres conocer más sobre cómo llevar la mediación pedagógica a las familias de tu escuela, pregunta por el programa Consejo Dia Padres de Instituto DIA.

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