Center for Healthy Minds: religando mente y cuerpo a través de la ciencia

06 | 11 | 2020

Comprender que las emociones son síntoma de lo que sucede a nuestro cuerpo podría ser la clave para existir con bienestar.

Separar la mente del cuerpo tal vez ha sido uno de los más grandes errores que hemos cometido los humanos al estudiarnos a nosotros mismos. Y esta dicotomía nos ha marcado en múltiples dimensiones. 

Hemos asumido, por ejemplo, que el origen de nuestra espiritualidad no reside al interior de nosotros mismos; o que nuestras emociones no son propiamente vivencias materiales. Siguiendo el mismo esquema, la ciencia de la mente, hasta hace muy poco, se encontraba desligada de la ciencia del cuerpo. 

Apenas comenzamos a comprender que el cerebro no es simplemente un intermediario entre el sujeto y su corporalidad; sino que cada fracción de uno forma parte de un sistema muy complejo que, simultáneamente, siente y piensa. 

Y es cada vez más claro que las emociones no son una entidad etérea; flotando en algún plano no-consciente; sino que son auténticos síntomas de lo que está sucediendo en el cuerpo. 

Podemos vivir mejor si desarrollamos la ciencia de nuestras emociones

Muchos de estos saberes se los debemos a espacios como el Center For Healthy Minds (CHM) de la Universidad de Wisconsin-Madison. Fundado por el Dr. Richard J. Davidson, el CHM nació para contestar a una serie de preguntas esenciales: ¿qué hace que algunos humanos puedan sobrellevar mejor su existencia?, ¿qué los vuelve más resilientes a sus condiciones de vida? y ¿podemos modificar nuestra conducta para cultivar bienestar existencial?

A través de diversos estudios, el Dr. Davidson y otros neurocientíficos e investigadores multidisciplinarios están contestando estas incógnitas y demostrando que el mundo podría beneficiarse de un análisis de las emociones basado en la ciencia no solo en el plano de la salud mental, sino también para reducir los impactos de diversas enfermedades y, en un sentido colectivo, mejorar el bienestar social.

El principio es la neurociencia afectiva. Se trata del estudio de los mecanismos neuronales ligados a las emociones y la forma en que estas afectan nuestros procesos cognitivos y nuestra conducta. En la práctica, lo aprendido por los investigadores neurocientíficos se traduce a la educación socioemocional. 

Así, el resultado de los trabajos hechos por el CHM se convierte en una serie de herramientas y recursos —muchos de ellos, gratuitos— que uno puede implementar en la cotidianidad para reconfigurar su relación con las propias emociones y construir entornos más compasivos. Por ello, muchos de los recursos ofrecidos están orientados a niños y jóvenes en etapa escolar.

¿Cómo configurar entornos compasivos?

Como relata constantemente Richard J. Davidson, el fin último del Center for Healthy Minds es “promover bienestar y disminuir el sufrimiento a través de un entendimiento científico de la mente”. A su parecer, el cuidado de la salud mental debería ser tan relevante en nuestras vidas como el ejercicio o la higiene personal. 

Así, inspirado por el Dalai Lama, Davidson se propuso aplicar la ciencia en estudiar las condiciones neurológicas de la plenitud y felicidad, investigando la posibilidad de modelar plásticamente la mentalidad para sanar procesos emocionales. Las prácticas contemplativas y que incentiven la conciencia plena, como la meditación, han demostrado ser esenciales en estos procesos.

En uno de sus trabajos más icónicos, Davidson y otros miembros del CHM demostraron los impactos en el cerebro de la meditación o “entrenamiento mental”: el efecto más relevante es que este ejercicio promueve la integración de los procesos cognitivos con la percepción sensorial; como si se religaran de la forma más profunda mente y cuerpo, provocando auténtico bienestar.

¿Y por qué buscar bienestar?

Especialmente, ¿por qué hacerlo desde la ciencia? En nuestro contexto, la respuesta es cada vez más evidente: la salud mental, individual y colectiva, está muy deteriorada y esta falta de estabilidad nos impide articular espacios desde donde ir resolviendo nuestros problemas sociales, políticos, culturales y ambientales. 

Así, si no podemos estar presentes en nuestra relación con las propias emociones y corporalidad; es prácticamente imposible estarlo en nuestra relación con los otros y con el entorno.

Lo que demuestran espacios como el CHM es que no solo los factores ambientales o las circunstancias socioeconómicas afectan nuestra capacidad de cultivar bienestar y ser resilientes. Hay conductas que deben ser cambiadas; hábitos mentales que deben ser reescritos. Tenemos que dedicarnos tiempo a nosotros mismos. 

Por otro lado, como explican miembros del mismo centro, las condiciones del bienestar siempre están cambiando. La ciencia del cuerpo, de lo humano, de la mente y de las emociones tiene que mantener activa su búsqueda. Sin embargo, después de décadas de investigación en el CHM han detectado cuatro áreas vitales: la conciencia de la experiencia del presente, la conexión con los otros, el entendimiento sobre el funcionamiento de la propia mente y la construcción de un propósito para nuestro estar-aquí.

Como lo entienden Richard J. Davidson y todas las personas involucradas con el CHM, tal vez podríamos cambiar el mundo si nos dedicásemos a entender realmente cómo funciona el cuerpo —aparato que nos permite comprender el mundo— y, por ende, nuestra existencia.

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