Cosas descubiertas por niños: cuando los ojos son nuevos todos los días
En los niños encontramos una capacidad de asombro inagotable; te invitamos a cultivarla con algunos de los descubrimientos juveniles más fascinantes.
El mundo se construye mientras lo miramos. Es un proceso que, en realidad, nunca acaba, pero que llegada la adolescencia o la adultez, olvidamos. En la infancia, la curiosidad es un pozo sin fondo; es el vehículo a través del cual los niños se relacionan con el mundo. Se trata de un estado siempre abierto a dejarse asombrar por el entorno. Cuando la realidad se navega desde ese lugar, suceden cosas extraordinarias: por años niños alrededor del mundo han descubierto fósiles, fuentes de contagio e incluso supernovas en el cielo.
Hoy queremos compartir contigo algunos de estos insólitos descubrimientos. Conocer estas historias, es una lúdica vía para recordar que la capacidad de asombro, de mirar el mundo con ojos nuevos todos los días, es posible y también necesario; porque la curiosidad nos permite conectar con la vida desde una ligereza y sencillez que es absolutamente sofisticada.
Cosas descubiertas por niños
–Un hermoso objeto de 10 mil años de antigüedad–
Mientras Noah Cordel, de 10 años, jugaba al borde del mar, vio un objeto extraño que llamó su atención. Muchos no hubieran sentido el impulso de acercarse a lo que parecía una roca deforme, pero él no dudó un segundo. Para su sorpresa, se trataba de una punta de flecha de 10 mil años de antigüedad en la arena de una playa de Nueva Jersey.
Después de mostrárselo a sus padres, decidieron ponerse en contacto con la Sociedad Arqueológica de Nueva Jersey para indagar sobre el descubrimiento que había hecho Noah. El presidente de la institución, Greg Lattanzi, les comentó que se trataba de una punta de flecha de piedra que probablemente usaron los nativos americanos pre tribales, para cazar peces y aves. Pero lo que quizá asombró más a todos, incluido a Lattanzi, es que hallar tales puntas de flecha en esa localidad era muy raro. El Museo Estatal de Nueva Jersey alberga alrededor de 2 docenas de artefactos, pero la mayoría han sido descubiertos o desenterrados por profesionales en excavaciones arqueológicas.
–Los fascinantes regalos del cielo–
Nathan Gray se convirtió en la persona más joven en descubrir una supernova en 2013. Sin duda lo ayudó poder utilizar las instalaciones del Abbey Ridge Conservatory en Stillwater Lake, Nueva Escocia, de las que su padre es operador; pero sin su ímpetu de querer descubrir los secretos del cielo, no hubiera sido posible. Este niño de 10 años había pasado 6 meses observando el cielo nocturno con la esperanza de ver la explosión de una estrella y, para su suerte, su sueño se cumplió.
–El encanto del mundo fungi–
El reino fungi es absolutamente fascinante, es mágico, pero también puede ser peligroso. Durante más de una década, en el sur del estado de California, Estados Unidos, muchas personas se enfermaron — y en algunos casos murieron– a causa de estar en contacto con un hongo conocido como Cryptococcus gattii. A pesar de ser un problema viejo y latente, los científicos a cargo de estudiar la especie del hongo no lograban determinar dónde había intercambios entre el C. gattii y las personas que se enfermaban. ¿Quién diría que una niña de primero de secundaria les ayudaría a resolver el dilema?
Elan Filler estaba preparando un proyecto de ciencias para su escuela y decidió investigar dónde se escondía el C. gattii; inspirada por las ideas de su padre, especialista en enfermedades infecciosas. Indagó sin parar hasta identificar al menos tres árboles infectados con el hongo en el área metropolitana de Los Ángeles. Eventualmente, compartió sus hallazgos con investigadores de la Universidad de Duke en Carolina del Norte, que, por cierto, formaron parte de un estudio publicado en 2014 en la revista PLOS Pathogens.
Los parientes antiguos de la humanidad
Un día cualquiera, Matthew Berger (9 años), acompañó a su padre a su estación de trabajo donde buscaba fósiles, cerca de Johannesburgo, Sudáfrica. Él decidió explorar por su cuenta, fuera del diámetro donde su padre dirigía las excavaciones arqueológicas. Dejándose guiar por todo lo que le mostraban sus ojos, identificó algo que resaltaba discretamente en el paisaje. Se trataba de unos huesos de 2 millones de años, pertenecientes a un ancestro humano previamente desconocido.
Después de eso, su padre, Lee Berger, concentró sus esfuerzos en el área en la que su hijo había hecho el descubrimiento y, después de un tiempo, desenterró dos esqueletos: uno de una mujer adulta y el otro de un joven. Como ofrenda a esa curiosidad infantil, Lee y su equipo invitaron a niños a nombrar al esqueleto del joven: ahora se conoce como Karabo, una palabra de Setswana que significa “respuesta”.