Por qué practicar la amabilidad y la compasión
El concepto budista de “amor universal” y su práctica podrían transformar muchos aspectos de nuestro presente.
La amabilidad y la gentileza son formas de conducta que pueden transformar la realidad. Esto incluye, por supuesto, la relación que mantenemos con nosotros mismos; nuestras relaciones con otras personas; y nuestras interacciones con el entorno que habitamos y los seres vivientes con los que lo compartimos. Estas virtudes pueden desarrollarse a través de meditaciones simples y regulares, y pueden abrirnos a nuestros propios sentimientos y los de otros, en una práctica regida, sobre todo, por la generosidad, la comprensión y la capacidad de encontrar lo bueno en nosotros mismos y en los demás —sean quien sean, los conozcamos o no.
En la filosofía budista tradicional, el término metta —también traducido como maitrī— hace referencia al amor universal; la palabra, en idioma pali, puede traducirse también como benevolencia, amabilidad, buena voluntad, gentileza e interés en los otros. Se considera uno de los cuatro brahmavihārās o virtudes sublimes de las que se habla en una de las dos grandes ramas del budismo, la escuela Theravada; las otras tres virtudes son: karuna (la compasión), mudita (el gozo compasivo) y upeksā (la ecuanimidad). De hecho, un buen número de meditaciones budistas se enfocan, entre otras cosas, en alcanzar dichas virtudes.
La práctica de metta implica actuar con compasión hacia todos los seres vivientes y alimentar una apreciación por el mundo natural. De acuerdo con la práctica budista, todos estos sentimientos o estados de conciencia pueden desarrollarse a través de la meditación y la práctica del Noble Camino Óctuple, una de las bases de las enseñanzas budistas que implica ocho principios: drst (visión o comprensión correcta), samkalpa (pensamiento o determinación correctos), vāc (corrección al hablar), karmānta (corrección al actuar), ājīva (medio de vida correcto), viāiāma (esfuerzo correcto), smriti (conciencia del momento correcto) y samādhi (meditación correcta).
Si bien toda esta terminología —sus traducciones y complejas interpretaciones— es objeto de estudio profundo para muchos practicantes y entusiastas del budismo, y su comprensión a cabalidad es compleja, el reconocimiento de sus beneficios puede transformar positivamente muchos aspectos de nuestra vida (y, también, arrojar un poco de luz a la sabiduría que el budismo ha regalado al mundo). No es necesario ser un practicante del budismo para escoger el camino de la gentileza, y sus beneficios son innumerables tanto a nivel espiritual como a nivel físico.
Cuando se habla de amor universal, es importante conocer la definición budista de compasión que, sin duda, presenta variables importantes respecto a la definición del término más generalizada en las sociedades occidentales. Para el budismo, la compasión no está relacionada con ningún tipo de culpa, y tampoco parte de una postura de superioridad por parte de quien siente compasión hacia otro. Todo lo contrario: la compasión, en este sentido, implica la posibilidad de identificarnos con los demás (sus sentimientos, defectos, faltas o sufrimientos) y, por lo tanto, con una realidad ineludible: todos somos dignos de compasión o, dicho de otra forma, todos somos seres sintientes, imperfectos e iguales.
La capacidad de sentir compasión y amor por los otros (no solamente por la gente que, de hecho, amamos o que es cercana a nosotros) implica una expansión interna y propone una forma de relacionarnos libre de hostilidad o juicios. No solamente eso, practicar el principio del amor universal incluye desearle el bien, incluso, a personas desconocidas o personas que nos desagradan.
Es importante señalar que, como todo ejercicio, el desarrollo de pensamientos y conductas producidas por la comprensión, la compasión, el amor y la amabilidad requiere disciplina y constancia (de la misma forma en la que un músculo necesita dedicación para fortalecerse).