La Abuela Miralejos: literatura infantil para mirar de cerca el mundo

11 | 11 | 2021

“La abuela Miralejos” invita a las infancias a cultivar la imaginación y preservar la naturaleza al enseñarnos que el lenguaje de los árboles es tan relevante como el de los libros.

Los cuentos son a la mente lo que el agua al árbol: fuente de vida que nutre desde la raíz. Dónde construimos nuestros mundos sino en nuestros cuentos, en las historias que compartimos, en los valores y enseñanzas que envolvemos en los relatos que le contamos a los miembros más pequeños de nuestra sociedad. La literatura se inscribe siempre en un contexto, es reflejo de las sociedades en las que surge, de sus intereses e inquietudes. La escritura es un vehículo para externalizar lo que traemos dentro y compartirlo con aquellos que nos rodean, porque si bien es inmune a las limitaciones espaciotemporales, las historias son semillas que germinan pronto, de forma que no hay que perder de vista al lector más inmediato.

Una historia puede abrirse paso —como una planta trepadora— a lo largo del tiempo, pero eso no significa que no sea poderosa desde el primer brote: la literatura es una planta noble que no tarda en dar frutos. Por esto mismo, no debemos subestimar el impacto de la literatura infantil y juvenil al momento de generar un cambio urgente. Y qué cambio más urgente que nuestra relación con la naturaleza.

La vida en la ciudad está llena de ruido: el tráfico perpetuo, el ir y venir de la gente con prisa, construcciones interminables, las sirenas impacientes, los anuncios que se cuelan en forma de melodía, panfleto o grito por todos los rincones. En medio del caos, es fácil pasar por alto una flor lila que se desliza por el aire y cae en silencio sobre la banqueta, los procesos bioquímicos que suceden dentro de las hojas de un árbol, el susurro de las nubes, el paso ligero de las lombrices oxigenando la tierra. No hay ni tiempo ni oídos que alcancen: desde pequeños estamos inmersos en un mundo vertiginoso en el que rara vez encontramos tiempos y espacios para imaginar mundos distintos, mundos posibles, mundos necesarios.

Desde sus inicios, La Vaca Independiente (LVI) ha creído en el potencial transformador del arte, en su capacidad conductiva y conectiva. Partiendo de este eje, se ha comprometido con dos grandes causas: la promoción y difusión cultural y la conservación del medio ambiente, y ha trabajado con distintas instituciones para generar proyectos que respalden y difundan esta visión. En 2017, LVIpublicó La abuela Miralejos, escrito por Alicia Madrazo e ilustrado por Alejandro Magallanes, una historia que retoma los valores originarios de la editorial y se deshebra en consideraciones sobre nuestros vínculos con la imaginación, la familia, el lenguaje y la naturaleza.

El mundo encantado de La abuela Miralejos

A lo largo de los siglos, los cuentos de hadas han servido como transmisores transgeneracionales de conocimiento, valores y consejos. Son relatos que inscriben la realidad más profunda en el marco de la fantasía, y nos enseñan que una no es posible sin la otra: los mundos que imaginamos —los mundos que somos capaces de crear— son un reflejo de cómo nos relacionamos con el mundo que habitamos. 

Desde el inicio, la abuela Flora se nos presenta como un personaje fuera de lo común, no solo por su peculiar percepción de la realidad, sino también por ser la figura que rompe la barrera entre el mundo de los niños y el de los adultos. La abuela Flora acompaña a Flor (su nieta y protagonista de esta historia) en sus aventuras cotidianas, le cuenta cuentos —los clásicos y los que ella misma inventa sobre la marcha— y dota de magia el día a día de la pequeña y, lo más importante: la incita a confiar en sí misma, a defender sus convicciones y a librar de prejuicios todo diálogo para poder realmente escuchar y ser escuchada. 

Porque La abuela Miralejos es, ante todo, una historia sobre vínculos; y cómo construir vínculos si no es a partir del diálogo. Así pues, Flor va descubriendo distintos modos de conversar, y pronto se da cuenta de que existen más voces de las que estamos habituados a reconocer, solo hace falta poner atención.

Además de los diálogos dentro de la propia historia, Alicia Madrazo teje referencias intertextuales como paralelos a la relación entre Flor y la abuela Flora: una generación aprende de la pasada, pero no de manera vertical, sino a partir del acompañamiento. Las historias se nutren entre ellas, las nuevas y las antiguas, pues conviven en el imaginario de cada lector y lo construyen de manera simultánea, sin atender jerarquías de tiempo o canon. Así, las historias más pequeñas pueden repercutir en los ámbitos más amplios, y ninguna voz, por marginal que parezca, se pierde.

Escuchar a los árboles más allá de la ficción

En La abuela Miralejos, Flor escucha a los árboles en la calle con la misma claridad con la que escucha a sus padres a la hora de la comida. De aquellos aprende el vínculo simbiótico entre todos los seres vivos, las conexiones entre la respiración de una niña y una planta, los ciclos de la naturaleza, los lazos que se materializan tanto a nivel bioquímico como a nivel verbal. Primero el oxígeno, luego las palabras, y finalmente las acciones: así como Alicia lo hace en el País de las Maravillas y Flora en medio de su propia ciudad, los nexos entre un individuo y su entorno van de lo más pequeño y sutil hasta lo más enorme y manifiesto. 

De modo que desde el primer momento fue evidente que el cauce natural de La abuela Miralejos en su camino hacia la imprenta eran las tintas ecológicas y el papel reciclado. Si vamos a hablar sobre la voz de los árboles, entonces habrá que cuestionarnos realmente nuestras prácticas de producción y consumo. Y es que los medios que utilizamos para contar una historia pueden ser parte de la historia misma: una voz madura, un papel rugoso al tacto, el juego de texturas de una pintura al óleo.

La abuela Miralejos aparece en un momento en el que la crisis climática es un asunto que supera las revistas científicas y los noticieros catastrofistas. El tema se ha convertido en una realidad con la que debemos convivir en nuestro día a día, adaptando nuestra cotidianidad a las exigencias del problema y cobrando conciencia sobre nuestro impacto en el entorno. Este cuento surge  cuando estas narrativas se vuelven imprescindibles, así como los mitos y los cuentos de hadas lo hicieron para transmitir mensajes, enseñanzas y exhortaciones en su tiempo.

La abuela Miralejos es un cuento necesario cuya enseñanza se desborda de las palabras, que toca el papel sobre el cual se inscribe, y transforma la mirada del pequeño lector al que interpela.

Carl Sagan dijo alguna vez que no hay razón para pensar que el proceso evolutivo se ha detenido. De igual manera, hay evidencia suficiente de que los relatos siguen siendo portadores de discursos relevantes, que podemos (y acaso debemos) seguir produciendo historias que reflejen la realidad y las inquietudes actuales. La abuela Miralejos está consciente de la manera en la que las historias que contamos pueden determinar nuestra manera de convivir tanto con el interior como con el exterior, y construye puentes entre los cuentos más representativos de la tradición infantil y las nuevas narrativas que apenas comienzan a germinar.

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