Sobre la indisociable relación entre el arte y la ciencia

29 | 07 | 2021

¿En qué se parecen un científico y un artista? ¿Cuál es el punto donde la ciencia y el quehacer artístico se encuentran?

 “Lo más hermoso que podemos experimentar en el universo es el misterio. Es la fuente de todo verdadero arte  y ciencia”, escribió Albert Einstein. Más allá de todas las posibles interpretaciones que tiene esta frase, sus palabras nos invitan a considerar que las fronteras que hemos dibujado entre la ciencia y el arte no son tan definitivas como en ocasiones pensamos.

A propósito de esto, Warren Karp, biólogo molecular de la Universidad de Augusta, hizo una pregunta que disipa cualquier duda: ¿existe una diferencia entre la mente que contempla la luz y la masa, para luego estudiarlas, y la que observa los contrastes entre la luz y la sombra, para pintarlas?

La respuesta es no, porque el arte y la ciencia son la fuente de todos los misterios que hay en el universo. Detrás de un descubrimiento científico y un hallazgo artístico existe el mismo origen: la posibilidad de la creación y la necesidad, tan humana, de cuestionar la realidad. ¿Quién dijo que es diferente componer, escribir o pintar que resolver una ecuación o incluso descubrir una nueva estrella? ¿En dónde, exactamente, radica la diferencia?

Dos procesos creativos simultáneos

La ciencia es un acto definitivo de creación; también es un gesto imaginativo y espontáneo: un científico construye un marco teórico con las mismas dudas y las mismas certezas que un dibujante tiene al iniciar una obra. El científico también inicia su travesía con una página en blanco y, como los mejores escritores, recibe una serie de estímulos y vivencias que termina por plasmar en un texto.

Por su parte, las mentes de los artistas son laboratorios de creación. En un mundo en el que a veces parece que todos pensamos lo mismo y recibimos los mismos mensajes, el arte busca una verdad con el mismo ímpetu que un matemático. En otras palabras, Leonardo Da Vinci no hubiera podido pintar la Mona Lisa si antes no se hubiera dedicado a estudiar con detalle la anatomía humana —así de inquebrantable es el vínculo.

La ciencia y el arte nos permiten observar lo que no vemos de nuestra propia humanidad. Al respecto, Goethe afirmó que nadie puede admirar una planta realmente hasta que no la dibuja; un buen ejemplo de esto es la estructura del ADN, que solo conocemos en ilustraciones. Así, aunque la ciencia nos ha permitido estudiar al cerebro humano y todas sus funciones, el secreto de este órgano vive en el arte.

La imaginación

En la actualidad, una gran cantidad de artistas han recurrido a la ciencia para llevar a cabo su labor; de la misma manera, los científicos recurren al arte como una forma más de explicarnos nuestra naturaleza y el mundo que nos rodea. En todos los centros educativos del mundo existen interacciones entre disciplinas: lingüística, tecnología, neurociencia, música, filosofía, matemática, escultura, etcétera. La intención de estas colaboraciones es hermosa: satisfacer las inquietudes que tenemos respecto a nuestras impresiones de la realidad.

El arte y la ciencia han evolucionado en la historia de forma paralela y se han influenciado mutua y profundamente; su relación se puede rastrear hasta las pinturas rupestres, en las que los primeros hombres plasmaron el mundo en cavernas y, para lograrlo, tuvieron que crear tintes y pigmentos, aprender de la tierra, de los animales y de los minerales.

La ilustración científica

Una de las profesiones en donde resultan más evidentes los difusos límites que existen entre el arte y la ciencia es la ilustración científica —uno de sus ejemplos más deslumbrantes es Ernst Haeckel y otro, a través de la fotografía, es Anna Atkins; quizá el más famoso fue el mismo Darwin. El quehacer del ilustrador científico oscila entre el arte y la ciencia, pero además los reúne al punto en que son indivisibles.

Para hacer el trabajo, estos individuos necesitan transmitir en sus ilustraciones movimiento, intensidad tonal y un conjunto de cualidades subjetivas dignas de un gran artista. Ellos, mejor que nadie, podrían confirmar un rumor que es casi una verdad: no hay obra de arte más grande en el mundo que la fotosíntesis.

Compartimos un TedTalk de Warren Karp que explica, de manera clara y encantadora, la indisoluble relación entre la ciencia y el arte.

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