Transformar economías para una industrialización sostenible

23 | 02 | 2022

La promoción de un crecimiento económico inclusivo y sostenible es clave para frenar la desigualdad social y la degradación ambiental en el mundo.

Desde la primera Revolución Industrial, las diversas industrias han sido esenciales para el desarrollo económico de los países. Forman un sector que, hasta el momento, puede dividirse en cuatro etapas:

  1. Mecanización (energía hidráulica, máquina de vapor)
  2. Electricidad (producción en serie, cadenas de montaje)
  3. Informática (automatización, tecnologías de la información y comunicación)
  4. Digitalización (internet, robotización, sistemas de control tecnológico, el big data).

Los efectos de estas distintas revoluciones industriales no han sido meramente económicos, sino, por supuesto, también sociales y medioambientales. Con la industrialización aumentaron los bienes materiales, el confort y la posibilidad de realizar actividades ligadas al ocio, la educación y la salud. No obstante, la familia y la comunidad —la producción doméstica y local— fueron sustituidas por el estado y el mercado, la población humana creció exponencialmente, aumentó la desigualdad social y comenzó una extinción masiva de plantas y animales.

Ante esta amenaza para el planeta y, por ende, para la humanidad misma, en 2015, los Estados Miembros de las Naciones Unidas (ONU) configuraron la Agenda 2030, una hoja de ruta para erradicar la pobreza, proteger la Tierra y asegurar la prosperidad global sin comprometer el hábitat natural para las futuras generaciones. Los objetivos de la Agenda están vertidos en los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), cuyos logros deben materializarse en lo que queda de esta década.

Dado que un desarrollo sostenible solo será viable si se concientiza y consigue un balance entre el entorno natural, la sociedad y el individuo, los ODS aspiran a conciliar la protección del medio ambiente, la inclusión social y el crecimiento económico, tres rubros enfocados en no dejar rezagado a nadie, al cuidado de la naturaleza, al bienestar, a la erradicación de la violencia y a la colaboración mundial.

Industrialización consciente para un mundo mejor

¿Qué puede hacer la industria por el planeta? ¿Cuánto se está destruyendo por producir con los materiales y los medios elegidos hasta ahora? Antes de fabricar cualquier cosa, deberíamos preguntarnos si el planeta podría aguantarlo y por cuánto tiempo. Quizá se obtengan grandes beneficios económicos, pero debería haber una ambición mayor: tener un mundo mejor.

Probablemente, si la humanidad fuera más consciente de las extinciones que ha provocado en la Tierra y de su huella muy marcada en el planeta, sería menos indiferente acerca de esta degradación de la que forma parte. Si los seres humanos supieran cuántas especies de plantas y animales han erradicado a causa de su propio beneficio, tal vez podrían estar más motivados para proteger a las que todavía sobreviven, como los grandes animales de los mares, que cada vez son más explotados.

No por nada el Panel Intergubernamental de Expertos contra el Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés) advierte que el año 2030 es la fecha límite que tenemos para repensar y dar un giro a los modelos industriales, a fin de detener la contaminación generalizada y el calentamiento global, cuyos efectos (la elevación del nivel de los océanos, el deshielo, la pérdida de arrecifes, el surgimiento y multiplicación de enfermedades) podrían derivar en la inhabitabilidad del planeta.

El deterioro ambiental no es lo mismo que la escasez de recursos. Gracias a los descubrimientos científicos y a la innovación, en un futuro la humanidad podría proveerse de materiales y fuentes energéticas, pero a costa de destruir lo que queda del hábitat natural y llevar a la extinción a la mayoría de las demás especies. Un desorden ecológico que pondría en peligro la propia vida de los seres humanos.

En la industria, la tecnología básica (o tradicional) no debería contraponerse a la sofisticada ni a la innovación, sino complementarse para lograr un mundo mejor; un beneficio económico debería ir de la mano con lo óptimo. Por ejemplo, la actividad industrial haría bien en recurrir a los materiales autóctonos, a la gente de la comunidad y a las tradiciones productivas de tal lugar, las cuales, en vez de descuidarse, han de rescatarse ahora más que nunca por el bien del planeta, ya que esto daría resultados sostenibles.

Aunque los ODS contemplan de manera integral la protección del medio ambiente, la inclusión social y el desarrollo económico, cinco de estos se relacionan directamente con la actividad industrial:

  • Objetivo 1: Poner fin a la pobreza en todas sus formas en todo el mundo.
  • Objetivo 2: Poner fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria y la mejora de la nutrición y promover la agricultura sostenible.
  • Objetivo 3: Garantizar el acceso a una energía asequible, segura, sostenible y moderna para todos.
  • Objetivo 8: Promover el crecimiento económico inclusivo y sostenible, el empleo pleno y productivo y el trabajo digno para todos.
  • Objetivo 9: Construir infraestructuras resilientes, promover la industrialización inclusiva y sostenible y fomentar la innovación.

Desarrollo económico a través de la cultura, el arte y la naturaleza

La Vaca independiente, de la mano de iniciativas como Baktún, TAE Arte e Instituto DIA, y de programas como Sal a pajarear, La voz de la selva o Mediadores y promotores culturales, se vincula con los ODS y la red de esfuerzos personales, locales y mundiales que la ONU ha promovido tanto entre gobiernos como entre la sociedad y el sector empresarial para lograr un mundo mejor.

Por ejemplo, los programas organizados por Baktún parten de la idea de ver a los jóvenes mayas como guardianes y puentes de la cultura heredada por sus ancestros para, así, activar las capacidades intergeneracionales locales y permitir la transferencia de conocimiento y cultura a las nuevas generaciones. Con esto se contribuye a la regeneración social, económica y natural, así como al bienestar individual y colectivo de las comunidades mayas de la península de Yucatán.

La Vaca Independiente participa en la transformación en un mundo más consciente, equitativo y ecológico, donde el crecimiento económico se entienda, no desde la competencia y la explotación desmedida de recursos, sino desde la colectividad, la colaboración y el cuidado del planeta, y en el que, además de la innovación y la creatividad, se recuperen empleos u oficios para reconectar con la naturaleza y dejar de dañarla.

Es posible que la naturaleza nunca se acabe; no la eliminó el meteorito de Chicxulub que, hace alrededor de 66 millones de años, impactó en la península de Yucatán y provocó la extinción del 75% de especies en la Tierra, incluidos los dinosaurios. Sin embargo, el ser humano sí puede desaparecer del planeta si no transforma aquellos modelos industriales que, como una colisión de asteroide, causan la degradación ambiental, social y económica del mundo e imposibilitan su habitabilidad.

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